La burocracia está plagada de corruptos en este país de eterna politiquería enfermiza, marrullera, por demás nociva.
La podredumbre de la moral y de la ética está campeando por todos lados a lo alto, a lo intermedio y a lo bajo de la administración pública y, casi por lo general, los gobernantes que han mangoneado desde el principal taburete del palacio verde-esperanza no se han interesado seriamente, con sentido de responsabilidad, en el marco de su gorda obligación, de poner en su sitio, no sólo en la calle, sino también viendo la luz a cuadros, a los autores de las garfadas de fieras hambrientos.
En las famosas campañas electorales (o electoreras) los paniaguados que andan a las posaderas de los pretendientes al codiciado trono de los desvelos se dan el lujo de anticiparse a señalar las posiciones burocráticas que apetecen.
A lo largo de nuestro diario bregar en el periodismo nos hemos enterado de que entre las dependencias e instituciones que más ambicionan los avilantados politicantes están, en primer lugar, los ministerios, los viceministerios, las secretarías presidenciales y vicepresidenciales, las direcciones generales, las chambas diplomáticas, las asesorías, las diputaciones -hoy de muchas testas y de no menos «colas»-, pero para los que saben cómo se cuecen las habas y cómo se paladea el riñón cubierto entre copa y copa de caros licores, sin escalar mucha altura escogen de «madrugada»; es decir, antes de matar el venado, jugosos cargos como los del Departamento de Tránsito, de la Dirección General de Transportes Extraurbanos, de la Dirección General de Aduanas y de la Dirección de Migración. Pero ahorremos muchas citas por lo atediante que sería hacerlo.
Centramos, entonces, nuestros comentarios en lo que ha ocurrido en todas las épocas respecto de las «niñerías» de los jefes y subalternos de la Dirección de Migración.
En tal dependencia se muerde a lo grande. Ha habido en todos los tiempos señalamientos atinentes a los actos pecaminosos. No sabemos cómo está ahora en cuanto a las extorsiones a la gente de nuestro solar y de otras latitudes que gestionan los asuntos de carácter migratorio de su interés.
Sin embargo, personas que conocen algunas realidades non sanctas nos han hecho referencias preocupantes en cuanto a lo que ocurre en las oficinas de ese engranaje de la superdesarrollada burocracia.
Por ejemplo, refieren esas personas que no en la actualidad, sino en meses anteriores comprendidos en el período gubernamental de la UNE, ha habido verdaderas tarascadas, como suele decirse entre el vulgo. Concretamente se dice que a los ciudadanos chinos que desean invertir en algunos negocios en este suelo centroamericano les cobran per cápita, de mordida como de caimán, 6,000 dólares y a colombianos, venezolanos, ecuatorianos, peruanos, brasileños, chilenos, argentinos y de otras nacionalidades, les dan dentelladas no tan abultadas como las de que son víctimas los paisanos de Ju Jintao y de Ma Ying-Jeou, los timoneles de China Comunista y de China Libre (Taiwan), respectivamente. Las exacciones ilegales van de 2,000 a 3,000 billetes verdes, verdes, verdes contra los bolsillos de personas que no son de las dos Chinas.
Algo hay qué hacer para frenar la escandalosa corrupción en la Dirección General de Migración, sin descuidar lo que acontece en todo el gigantesco volcán burocrático que se traga alrededor de la «purriela» de 40,000 millones de quetzales en cada ejercicio fiscal. Pero para ello se necesita que la cabeza ande bien de salud para que el resto del cuerpo super-obeso ande a la vez bien.
Nos preguntamos: ¿Habrá voluntad y asimismo decisión algún día para transparentar la administración pública de una vez por todas? ¿Será, será posible tanta belleza, señores que van a horcajadas del actual orden de cosas?