Pareciera entonces, que la población guatemalteca tiene que conformarse con las migajas que caen de la mesa de la élite empresarial de nuestro país, mientras el Estado debiera ser representativo real de las mayorías.
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Guatemala, vive en un Estado «democrático» en construcción, donde las mayorías tienen el poder para decidir. Observemos aspectos como el económico, el político y el social donde debieran verificarse avances para que la democracia sea real, ordenada y completa.
En el aspecto económico, sabemos que nuestro país desde siempre ha sido exportador de materias primas. Exportador de añil, algodón, banano, café y actualmente de azúcar, entre otros (hablando de productos tradicionales de exportación, claro).
Conocemos que el sector primario, es decir la agricultura, es el que mayor fuerza de trabajo absorbe. También que el crecimiento económico de este año podría llegar al 5%.
Lamentablemente, para la sociedad el crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo económico. Guatemala podría crecer hasta un 10% anual, sin embargo, la situación de precariedad para la mayoría de familias no sería muy diferente a la que se vive actualmente y los únicos que engordarían serían nuestros empresarios, puesto que el ingreso nacional no se distribuye de manera racional.
En Venezuela, el pasado 1 de mayo Hugo Chávez anunció un aumento del salario del 20%, mientras que en nuestro país fue un irrisorio, burlesco y abusivo 5% a principios de año. Aun así, el CACIF se pronunció en contra, argumentando que el país podría perder inversiones extranjeras que ya estaban aseguradas.
En el aspecto político la Constitución de la República de Guatemala asegura a las y los ciudadanos el derecho de elegir y ser electos. Pero veamos: ¿Qué ciudadano o ciudadana en las condiciones arriba mencionadas podría estar en la capacidad de financiar una campaña electoral? ¿Qué capacidad de incidir en la vida política de su país tendría entonces, si ésta se maneja bajo grandes tajadas de recursos financieros?
La semana pasada, refiriéndose a la seguridad, el presidente í“scar Berger negó que haya aumentado el índice de violencia mientras cientos de personas en la zona 6 se vieron afectadas por un paro del servicio de bus urbano derivado de extorsiones realizadas a los pilotos.
Al día siguiente, la zona 18 también presentó el mismo problema. Carente de otra mejor propuesta, a nuestro presidente no se le ocurrió mejor idea que anunciar la salida a las calles de la guardia presidencial.
Pareciera entonces, que la población guatemalteca tiene que conformarse con las migajas que caen de la mesa de la élite empresarial de nuestro país, mientras el Estado debiera ser representativo de las mayorías.