Nada hay más terrible en Guatemala que el dolor de miles de familias que han perdido algún ser querido como parte de esa violencia incontenible. El fin de semana dos jovencitas, en realidad dos niñas, fueron salvajemente asesinadas y parte el alma ver los cuadros de dolor de sus familiares cercanos llorando ante los féretros. Es una escena que, tristemente, se repite todos los días y que en estos casi cuatro años de gobierno ha sido tan lamentable como cotidiana y ha sido recibida con tanta indiferencia como incapacidad de las autoridades para hacer algo.
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Hace unos días nos tocó acompañar a amigos cercanos que fueron víctimas de uno de esos insólitos hechos en los que por un pinche celular matan a un ser humano. Hoy imaginamos el dolor de esos padres, hermanos y amigos, que vieron salir a las dos patojas a comprar algo a la tienda y recibieron la ingrata, la brutal y terrible noticia de su asesinato.
Perdonen la pregunta, amigos lectores, pero ¿dónde jodidos está el Presidente? ¿Acaso ha sabido usted de él últimamente, sobre todo desde que se divorció y quedó sin norte, por lo visto? No en balde el diputado Boussinot pidió a los asistentes a un mitin el voto para Sandra para que ella “pueda seguir gobernando otros cuatro añosâ€, puesto que es obvio quién ha ejercido el poder en este período. Por lo menos ese diputado no se anduvo con hipocresías como la de atribuirle poder a ese pobre Señor Presidente que tenemos.
Y estaría bien si el efecto de ello fuera simplemente el manejo de los fondos para fines políticos, puesto que a eso ya nos tienen acostumbrados, pero cuando uno ve un poco más allá, tiene que darse cuenta en el reguero de sangre que hay en el país y eso es lo que es intolerable.
Ahora los guatemaltecos nos entretenemos con el circo montado alrededor de una bizantina discusión sobre temas constitucionales que son absolutamente claros y que no debieran generar ningún debate, perdiendo de perspectiva el verdadero drama que se vive en todo el país con esa sucesión de hechos criminales que realmente parten el corazón de cualquiera. Cierto es que nos hemos ido acostumbrando a la violencia y que hay gente que ya no se inmuta ante las noticias, pero todavía quedamos algunos que sufrimos por esos hechos, que repudiamos la indiferencia oficial porque es insoportable ver lo que está ocurriendo en nuestra patria.
Si inscriben o no a un candidato no le devolverá la vida a quienes han sido víctimas de un ladrón desalmado o de un pandillero con sangre fría, no digamos de algún narco o de un sicario que se gana la vida arrebatándosela a otros. El tema cobra importancia porque demuestra nuestro poco interés por el respeto a la ley. Vemos a intelectuales diciendo que es una discusión seudoconstitucional, lo que demuestra una actitud realmente seudointelectual porque el respeto y acatamiento a la ley no puede verse con tal ligereza como atribuir todo el problema a una inventada Sandrofobia que es el argumento para encubrir la violación constitucional.
Ese circo opaca nuestro drama, el de la muerte irreparable de tantos guatemaltecos. Estamos llorando a uno y sin tiempo a que se sequen las lágrimas ya hay otra causa para dolernos y conmovernos. La vida humana perdió por completo su valor en Guatemala y lo peor es que planes verdaderos para enderezar el rumbo no existen. Palabrerío abunda, pero algo concreto que nos permita suponer que la cosa será distinta en el futuro no se ve, acaso porque ha sido tan grande la debacle y porque los políticos están tan concentrados en trabajar con sus financistas, que ante la violencia hacen como el gobierno, diciendo: No se oye, padre…