Micos y pericos


Editorial_LH

Con diplomática sutileza, el encargado de coordinar la transición por parte del Presidente electo dijo que está teniendo un alto grado de dificultad obtener el dato del monto de la deuda flotante que habí­an ofrecido entregarle hace varios dí­as. El doctor Eduardo Stein indicó que no logra obtener la información correcta sobre lo que tendrá que asumir el futuro gobierno como obligación derivada de ese polémico rubro conocido como deuda flotante que se nutre con los contratos suscritos sin que existan partidas para cubrir las obligaciones.

 


Al dí­a de hoy no se sabe el monto de la deuda flotante y eso se entiende porque siguen haciendo micos y pericos firmando contratos cuya comisión todaví­a cobran los funcionarios que están por entregar los puestos. Ya vení­amos comentando cómo el gobierno se invisibiliza y eso le ayuda a realizar esos negocios que se producen sin ninguna verificación ni control, atenidos a que la Contralorí­a de Cuentas apenas si le pone el ojo a algunos alcaldes, pero jamás se ocupa de contar las costillas de los ministros, no digamos de los mismos gastos de la Presidencia de la República.
 
  Tiene que agradecer el gobierno de Colom las buenas maneras y el tono diplomático que usa el ex vicepresidente y ex canciller Eduardo Stein, porque cualquier otro hubiera ya dicho las cosas sin pelos en la lengua, señalando la mañoserí­a que existe en ese ocultamiento de las cifras que es resultado de que este gobierno no ha “cerrado” aún la cuenta de los contratos que pueden firmar para dejar comprometidas a las nuevas autoridades siempre y cuando el contratista se ponga firmes desde ahora y pague a los actuales la mordida correspondiente.
  La urgente modificación de esos procedimientos de contratación salta a la vista y tendrí­a que ser uno de los objetivos fundamentales del gobierno de Pérez Molina. Especialmente porque la señora Roxana Baldetti ha dicho que ella se hará cargo del combate frontal a la corrupción y no hay fuente de podredumbre más obvia que la de contraer esa deuda flotante que se deriva de contrataciones caprichosas que no están contempladas en el presupuesto y por lo tanto no tienen el respaldo necesario y legal para ser contraí­das.
 
  Pero, por supuesto, si bien es importante corregir el procedimiento ello no significa que se dé por bueno lo realizado hasta la fecha con ese mecanismo, sino que centavo por centavo debe espulgarse cada uno de los contratos. La inútil Contralorí­a de Cuentas, que nunca controla ninguna cuenta ni se entera de los trinquetes del más alto nivel, debiera tener al menos un aire con remolino para demostrar que es parte de un proceso de fortalecimiento institucional que el paí­s reclama.

Minutero:
La erupción y la tormenta 
resecaron el gaznate 
y la pena se fermenta 
con licores de magnate