Mi destino está trazado, cuido la garita de una bodega que acumula material de construcción en una zona de alto riesgo de la ciudad; como tal, me gano la vida en la seguridad privada. Me contrató una empresa que nos reclutó a varios amigos; los requisitos no eran muchos, solo pedían sexto grado de primaria y eso sí, había que presentar los antecedentes penales y policíacos. Me ayudó el hecho que fui patrullero civil en los ochentas en Quiché.
Cuando se firmó la paz nos quedamos sin trabajo y me dediqué a la agricultura, pero años después la cosa se puso fea, pues mi parcela quedó dentro de los límites de una minera; también pedí trabajo allí pero la empresa ya llevaba sus propios guardias. Tuve que agarrar mis bártulos, incluido mujer y patojos e irme para la capital. Parece que la empresa de seguridad que me contrató es de un militar retirado; ahora el negocio ya no es la guerra sino la seguridad privada, pues los maleantes andan sueltos y le quieren poner a todo. La policía no se alcanza y además también anda en pasos feos. Me dieron un curso rápido de manejo de armas y de técnicas de seguridad en un día y luego me dieron mi instrumento de trabajo, una escopeta calibre 12, algo oxidada pero dispara bien, además incluye 10 cartuchos. La rutina es dura pero el salario me alcanza para mantener a la familia. Un microbús de la empresa nos va a dejar a la bodega temprano para sustituir a otro compañero, mi turno es de 48 horas seguidas y luego descanso 24. Esto de la seguridad privada nos ha dado de comer a muchos, a algunos les va mejor y a otros les va peor. Tengo un amigo que es guardia de garita pero cuida un condominio en la carretera a El Salvador, no sé por qué le dicen así porque entonces habría que decirle a la Interamericana, carretera a México; allí la cosa es más complicada porque hay que estar lidiando con mucha gente, no solo los que viven allí sino los que visitan; parece que la orden es no dejar pasar a nadie que parezca sospechoso aunque lleve licencia. En una ocasión se le fue un tiro porque unos jóvenes de dinero llegaron bolos y querían entrar a la fuerza, casi lo meten al bote porque con los nenes de los dueños no se juega. El trabajo de abrir la talanquera es pesado porque lo tratan a uno muy mal como si uno tuviera la culpa de la inseguridad en el país; la verdad es que las empresas son muchas veces propiedad de miembros de los comités de vecinos de las colonias. Este amigo tiene otro conocido que es guarura de una doña importante, a ese si le va feo pero gana mejor que nosotros. Le toca andar de arriba abajo, le cuida la espalda a la señora a donde vaya, sea que va para el salón de belleza, para hacer las compras en el supermercado, llevar a las niñas al colegio. Dicen que le toca hasta sacar al perro a pasear, lo tienen como esclavo aunque anda en una camioneta blindada y un cañón bien fino. En mi garita la cosa es más tranquila aunque no menos peligrosa porque el valor de los productos en las bodegas parece que es grande, pero hay cámaras y el perímetro tiene alambre de púas que además tiene electricidad. Si me toca defender ante un ataque, pues me la juego porque solo tengo diez tiros. En la empresa me dijeron que si me muero, le darán un seguro a mi mujer para que cubra el funeral.