La estrategia de la embotelladora no es nueva, la otra embotelladora también ha impulsado mega campañas globales que tienen por objetivo hacer más dinero convirtiendo bienes culturales en rentables.
El afán de uniformar el consumo global de una bebida gaseosa se vale ahora de embotellar productos locales, de bienes que proceden de las periferias, de los lugares a los que a falta de desarrollo les toca aportar con su propia cultura para convertir aquellos, en productos glocales. El catalizador Arjona de la campaña guatemorfosis, presta muy bien sus canciones y su iconografía para exaltar la falsa idea de un lo nuestro que jamás se llegará a consumar porque no tenemos un consenso compartido de nuestra propia historia. De allí que las canciones y los videos insignia “Mi país” y “Fuiste tú” exaltan diversos elementos de la cultura popular, envueltos en la propuesta de que todos somos guatemaltecos y por lo tanto somos iguales. En las letras de las canciones se entiende un sutil llamado de atención a que el que divide le abre las puertas a la desgracia, conlleva en esencia la invitación a despolitizarse, a desideologizarse y por lo tanto a desmovilizarse. La campaña del refresco con gas no llama a transformar las condiciones históricas del país, por supuesto que no; invita a que cambies tú, la realidad es así y no intentes moverla. El hecho que haya muchos pobres y pocos ricos es algo que hay que aceptar; unos tienen jeeps color naranja y otros tienen que cargar en la espalda la carga para ganarse la vida. Es por eso que la invitación es al individuo en tanto sujeto consumidor para ecualizar su gusto a partir de consumir la cultura sin observar la contradicción histórica, se confunde por lo tanto, la identidad con la añoranza por cosas o formas materiales. La campaña aludida sugiere que la esencia del país está en el cayuco tradicional de Atitlán, en las enseñanzas paternas y en las chamuscas con pelotas de tripa de coche. Lamentablemente es de esperarse que la campaña cale fácilmente en las mentes anodinas y alienadas, sobre todo de jóvenes. Nadie se cuestiona por qué un artista local regresa enlatado o embotellado en un megaconcierto el cual agotó rápidamente todas las entradas. Un rápido recorrido en internet por algunos foros discusión sobre el tema me confirman la colonización de las mentes chapinas. En este sentido, hay verdaderas piezas de estudio en ideas que se encuentran en diversos blogs como la que propone que guatemorfosis debería convertirse en un movimiento social; otra enaltece a la transnacional del refresco con gas, aplaudiendo su compromiso por Guatemala y justificando que con ese fin, no importa que se llene aún más los bolsillos de quetzales. La más despojada y por lo tanto la más vacía es la que propone que no importa el motivo de identificación por la campaña, ya sea por sentimiento social, por añoranza, por moda o solo por ver al cantante…Con este panorama y una sociedad despolitizada, está asegurado el impacto de la bebida a través de la propuesta del cantante. En tiempos de crisis financiera, esto es lo que el país puede poner a escala global en un envoltorio que alude a una mirada culturalista o folklórica de la cultura local, la que supone lo maya como el nuevo producto para vender a escala mundial. La última idea que se advierte tiene que ver con la profundización del individuo que es promovido a moverse por sí mismo, puesto que el Estado no lo hará. Hay una invitación a cambiar desde la conformidad placentera que producen las burbujas que revientan en la boca y adormecen el cerebro. Es por eso que esa turistización del patrimonio cultural impone una declaración al consumo banal y hedonista, dos valores esenciales en la sicología del capitalismo del soy lo que tengo. Afortunadamente aún queda señales de crítica como los jóvenes del Grupo Intergeneracional, a quienes la Radio Nuevo Mundo les aplicó censura el viernes pasado en su programa radial, al haber cedido a las presiones de la embotelladora; mi solidaridad para esas voces disonantes en este concierto de consumo uniformizado.