Mi impresión en el arranque electoral


Al concretarse la convocatoria a elecciones por el Tribunal Supremo Electoral, pienso que entramos a una lucha fuerte por lograr alguno de los dos primeros lugares que aseguren el pase a segunda vuelta en la elección presidencial, misma que acapara la mayor atención ciudadana, no obstante la enorme importancia que tiene la elección de diputados y alcaldes cuyas decisiones muchas veces resultan afectando de manera más directa al ciudadano.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Tengo la impresión de que se trata de una lucha que se ha de centrar entre los tres que aparecen como punteros en las encuestas. Para que a ílvaro Colom, a Otto Pérez Molina y Alejandro Giammattei se sume algún otro con posibilidades reales harí­a falta el surgimiento de los verdaderos imponderables que en polí­tica son determinantes. Y me llama la atención cómo las encuestas colocan en esa posición al candidato oficial porque ello implicarí­a que en Guatemala no existe ahora el voto de castigo y que la ciudadaní­a no percibe al gobierno actual en la forma desastrosa en que lo ven las minorí­as ilustradas que lo ven como uno de los peores gobiernos de la historia del paí­s.

En parte ello es consecuencia de que, sea por influencia de los medios que deciden qué llevan a su público o por decisión propia de los candidatos, no ha existido una campaña en la que se hagan crí­ticas a la gestión del gobierno actual. De hecho se trata con guante blanco al régimen y no se tiene interés alguno en cuestionar el fondo y resultado de su gestión. Si existe la posibilidad de una manipulación electoral, al estilo de lo ocurrido en México recientemente, esas condiciones alientan y favorecen el crecimiento del oficialismo, acaso porque la oposición se siente cómoda con su actual estrategia que evita la confrontación con el Gobierno.

Pienso que Colom ganará la primera vuelta, pero que su futuro dependerá en mucho de quien sea su contendiente para la segunda. Pérez Molina se ha ido ganando la enemistad de muchas de las fuerzas polí­ticas porque se le ve como el responsable de la ola de campañas negras que han atacado a todos los otros candidatos pero que, curiosamente, no ha afectado ni una sola vez, aunque fuera para taparle el ojo al macho, al candidato del Partido Patriota. En otras palabras, Pérez Molina con su mano dura pude crecer y situarse en el segundo lugar, pero la tendencia al golpe bajo mediante los procedimientos no ortodoxos de campaña, le granjea enemistades en todos los grupos, por lo que ganar en segunda vuelta no serí­a miel sobre hojuelas.

La Gana, por ejemplo, no apoyarí­a a Pérez Molina en segunda vuelta porque hay muchos resentimientos entre ellos. En cambio, los patriotas y sus huestes, de no pasar a la segunda vuelta, posiblemente se verí­an más inclinados a votar por Giammattei que por ílvaro Colom.

Sigo pensando que la advertencia que hizo en su momento Eduardo Stein, de que se puede repetir en Guatemala el fenómeno mexicano, implica no sólo una cerrada lucha, sino la posible manipulación de las elecciones. Debo ser sincero al decir que veo ahora, más que en cualquier otra época, el riesgo de un burdo fraude y me preocupa pues existen demasiados elementos para irlo preparando y condicionando a la opinión pública para que pueda asimilar, a base de encuestas prefabricadas, un resultado producto de «extraños acontecimientos».

Espero estar equivocado, pero uno de los mayores problemas que veo en lontananza es esa posibilidad de un resultado amañado. Y es que muchos piensan que este pueblo es aguantador y todo se lo traga, pero a lo mejor esa viene a ser la gota que rebalsa el vaso.