Mi celular y yo


Recuerdo cuando el teléfono tení­a un lugar en las salas de las casas, las que lo tení­an porque conseguir una lí­nea telefónica era un hito y como tal el teléfono era algo que habí­a que cuidar; solí­a estar en el mejor de los casos en una mesa de esquina debajo de la cual yací­a la guí­a telefónica. Los teléfonos serví­an en ese tiempo para hacer llamadas, para comunicarse con parientes o amigos generalmente situados en la ciudad o en alguna cabecera departamental, no todas porque si apenas habí­a lí­neas en la capital. ¿A dónde llamarí­a uno si no habí­a interlocutores? Las llamadas al extranjero se hací­an en las oficinas de Guatel y habí­a que esperar turno. La opción era entonces para la mayorí­a, el telegrama y la carta escrita a mano enviada en sobre postal. Cierro los ojos y cuando los abro confirmo que las cosas cambian cada vez más rápido, vertiginosamente dirí­a, veo la realidad inundada de unos artilugios casi mágicos llamados celulares.

Julio Donis

Para que los que no logren advertir el objeto de estas lí­neas, será pertinente aclarar lo siguiente: no es posible una historia de los aparatos de comunicación a distancia a partir de la colección cronológica de éstos, desde el telegrama hasta la Internet, la recopilación de piezas de museo no es una genealogí­a, por lo tanto el celular sofisticado de hoy no es el descendiente directo del teléfono de disco. Pero sí­ se puede decir que tales objetos son sedimentos o marcas de la historia individual y colectiva de los humanos. El celular es quizá el aparato que sintetiza la nueva subjetivación humana, en palabras de Orantes C., la relación del humano con este artilugio es lo que mejor representa el salto al objeto que rompió las esencialidades, para encontrar absurdamente personalidad en el mismo. De la mercancí­a pasamos al precio y yo voy más allá, del precio hemos llegado a la autoenajenación virtual que configura al consumidor en habitante de una meta realidad en la que habita solo él, en un individualismo egocéntrico sin más necesidades que su celular. He oí­do gente decir que perdió la vida al perder el celular o al haber sido sujetos de un robo, bueno en este último caso es muy probable que literalmente haya sido así­.

En este momento hay más celulares que personas en el planeta, las lí­neas fijas se convertirán en objetos arqueológicos, se lanzan cada año cientos de modelos y se les clasifica por generaciones según sus capacidades tecnológicas, actualmente estamos en la tercera y su precio cada vez se basa más en la capacidad de su procesador que en los propios materiales. El celular está camino a convertirse si no ya en la piedra filosofal del consumismo extendido mundial, razón por la cual las empresas involucran ya no solo ingenieros electrónicos en su diseño, forman parte del equipo de visionarios, sociólogos, economistas, diseñadores gráficos y antropólogos; se necesita de todas estas especialidades para ayudar a entender los hábitos consumistas de los humanos, sus deseos, sus ansias de hedonismos y sus necesidades básicas. La batalla por la seducción del consumidor se lleva a cabo en el campo de la telefoní­a celular porque este artilugio se convertirá en el centro de la vida, en el control remoto para activar todo a nuestro alrededor, incluso a nosotros mismos. La dependencia al celular será de tal profundidad, sino es que ya, que su pérdida será lo mismo que una ablación, y allí­ radica la garantí­a del mercado, el teléfono celular vino para quedarse y solo sufrirá una y otra transformación hacia funcionalidades que reúnan cada vez más todos los quehaceres de la vida cotidiana. En el celular estará configurada nuestra propia existencia.

La comunicación ya no es con el otro sino consigo mismo, el celular se volvió el oasis que permite disolverse de la realidad, puede rescatarlo de cualquier situación incómoda fingiendo una llamada. Niños y jóvenes deambulan como autómatas conectados el celular, adultos caminan de la mano tomados de su pareja y hablando eternamente por su celular o debo decir con su celular; en los aeropuertos cientos de viajeros ya no ven hacia delante en su trayecto, ven la pantalla de su blackberry que los conecta permanentemente con su lugar de origen o destino, ya no hay lugar para la incertidumbre. Así­ como estudiar las herramientas sirvió para entender el desarrollo de las culturas antiguas, el celular podrá servir en un futuro muy lejano para tratar de entender la extraña fragilidad de los ví­nculos humanos.

PS: UN MíRTIR. En el otoño del 98, en pleno centro de Buenos Aires, un transeúnte distraí­do fue aplastado por un autobús. La ví­ctima vení­a cruzando la calle, mientras hablaba por un teléfono celular. ¿Mientras hablaba? Mientras hací­a como que hablaba: el teléfono era de juguete. Galeano, Eduardo. Patas arriba: la escuela del mundo al revés. 1999.