Mexicana de 100 años sigue al frente de restaurante


Quienes conocen a Mary Treviño, la exitosa cocinera y propietaria de El Mirador, se sorprenderán al saber que cuando abrió su restaurante en la calle St. Mary en 1967, con apenas mil 500 dólares, no sabí­a cocinar, al menos no profesionalmente.


Terminó dominando los secretos de la carne guisada con frijoles, pero dice que «todo el mundo sabe cómo hacer frijoles». También aprendió a cocinar arroz, «más o menos».

En los 43 años que han pasado desde entonces, Treviño aprendió muchas cosas más y ganó reconocimiento a nivel nacional por sus sopas y su menú creativo.

Familiares y amigos se reunieron recientemente en el popular restaurante para celebrar sus 100 años y una vida ejemplar que comenzó con la Revolución Mexicana de 1910.

La fiesta, promovida por sus clientes, no fue su idea.

«No querí­a una fiesta», afirmó. «Â¿A quién le gusta que todo el mundo sepa su edad?».

Su nombre completo es Micaela Marí­a de la Luz Garcí­a Treviño. Su apodo, Lamparita, se lo dio su madre, quien le rezaba a la Virgen de la Luz para un parto sin problemas.

No tiene prueba de su edad. Los registros de nacimiento que llevaba la iglesia católica de Guanajuato fueron destruidos. «Los insurgentes iban a las iglesias con sus caballos y quemaban todo», relató.

Pero un sacerdote de la parroquia Little Flower de San Antonio habí­a prestado servicio en la iglesia de Guanajuato. Recordaba el incendio y bendijo su casamiento con Julián C. Treviño en 1930. Ella tení­a 28 años.

El era parte de una familia que se fue de México también después de la Revolución Mexicana. Los Treviño eran carniceros y abrieron varias carnicerí­as y frigorí­ficos en el llamado West Side (lado oeste) de la ciudad.

Es por ello que muchos de los platos de El Mirador incluyen un buen corte de carne. Su esposo compraba pedazos enteros de una vaca y los descuartizaba él mismo.

Aunque Treviño dice que su infancia no tuvo «nada excepcional», su padre, quien trabajaba en los ferrocarriles, falleció en un accidente laboral. «No llegué a conocerlo», comentó.

«En 1916, mi madre dijo que no habí­a qué comer», rememoró. Sola en medio de la revolución, la madre se volvió a casar y tuvo otros tres hijos y tres hijas. Treviño ha vivido más que todos ellos.

Cuando la familia se fue de México en la década de 1920, igual que tantos otros emigrantes mexicanos, se radicó en San Antonio. «De aquí­ nos fuimos a Houston, pero no nos gustó», dijo la anciana.

Una tí­a soltera la convenció de volver. «No tení­a hijos. Era una tí­a muy linda, muy especial», expresó.

La tí­a, Margarita Garcí­a, fue muy importante para Treviño y le dijo algo que jamás habí­a escuchado: que era hermosa.

«A los niños habí­a que decirles siempre que son lindos, incluso si no lo son», manifestó.

Treviño, quien completó el sexto grado en México, trabajó de cajera en la tienda por departamentos Burns cerca de la Catedral de San Fernando.

El negocio de su marido, Trev»s Meat Market en North Zarzamora Street, quebró luego de 10 años. El episodio todaví­a la angustia.

«Te sientes el último orejón del tarro. Creo que me deprimí­», expresó Treviño.

El marido fue a trabajar para sus hermanos, quienes tení­an frigorí­ficos.

Algo que pocos saben es que Treviño abrió su restaurante casi cuando estaba en edad de jubilarse. No lo hizo porque tuviese aspiraciones culinarias, sino porque querí­a ver a su nieta todos los dí­as.

Por eso se instaló en St. Mary»s Street, cerca del barrio King William, donde viví­an muchos familiares.

Conseguir el local y un préstamo no fue difí­cil. Comprar el equipo para la cocina, que costaba 1.500 dólares, sí­.

«Tení­a ahorrados 500 dólares. Sentí­ que se me vení­a el mundo encima. Que serí­a otro fracaso, como el de las carnicerí­as», relató Treviño.

Dos familiares invirtieron 500 dólares cada uno y Treviño abrió su restaurante. Era 1967 y ella tení­a 57 años.

En un reportaje que le hizo un diario en 1997, la anciana comentó que pensaba «que serí­a la niña bonita de la caja».

Sin embargo, se le fue el cocinero y ella tuvo que hacerse cargo de la cocina.

Luego de aprender a preparar la carne guisada comenzó a experimentar, usando su paladar y las recetas que recordaba de su madre.

«No sé por qué vinieron» los primeros clientes, afirmó Treviño.

Lo considera un milagro.

Treviño sobrevivió a varias enfermedades. A los 87 años le diagnosticaron diabetes. Usa un caminador, pero está lúcida y se queja de que ya no puede trabajar.

«No tienen idea de lo que lo extraño», aseguró.

Sus álbumes de fotos reflejan su vida, su juventud, como madre y como abuela. Tiene numerosos recortes de diarios, incluido uno del New York Times, otro cocinando con el popular chef de la cadena televisiva Food Network Bobby Flay y otro con su vieja amiga Rosita Fernández, quien falleció en 2006. El marido de Treviño murió en 1998.

Treviño dice que si hay algo que le apena es «no haber estudiado».

«Pude haberlo hecho», declaró.