Mesa limpia


En los primeros dí­as del mes entrante se cumplirá la mitad del lapso de tiempo para el que fueron electos el presidente ílvaro Colom y el vicepresidente Rafael Espada. Por consiguiente, es prudente que evalúen de conformidad con su plan de Gobierno, sus deseos y buenas intenciones, qué es lo que se ha logrado materializar, qué se ha cambiado y, ante todo, qué pretenden lograr en los dos años siguientes, en especial durante el año que está pronto a iniciarse, en el que mejor eficiencia y materialización de logros debe tener un Gobierno.

Juan Francisco Reyes López

Esto implica, dentro de varias cosas, el evaluar la eficiencia, la ejecución de sus tareas, responsabilidades y obligaciones que ha tenido cada ministerio, cada secretarí­a, cada entidad de las que conforman el Organismo Ejecutivo y que son presididas por una persona de la confianza del presidente y vicepresidente de la República. El tercer año de Gobierno tiene que ser el más exitoso y por ello mismo lo realizado, lo pendiente o por ejecutar tiene que estar clarí­simo.

 

Todos los ministros, secretarios y jefes de organismos descentralizados cuyo nombramiento corresponde al Presidente de la República deben de poner su cargo a la disposición del mandatario, porque es una muestra de mutua confianza, le permite al Presidente decidir en quién mantiene su confianza, le brinda al funcionario la certeza que el mandatario le ha reconfirmado su apoyo y si no fuera el caso, también es una manera decorosa, adecuada y honorable de concluir su gestión.

 

La interrogante que surge es la de cuántos funcionarios que les corresponde evidenciar su integridad y su disposición a continuar o no al máximo nivel del Gobierno están dispuestos o harán este gesto de dignidad y honor.

 

Históricamente en los paí­ses donde la democracia y el ejemplo son una constante no hay hombre capaz y digno que ejerza la función pública que no esté dispuesto y esté seguro de sí­ mismo para no poder tomar la actitud de presentar su cargo a disposición del jefe de Estado, del presidente o mandatario del respectivo paí­s.

 

Es mejor partir con la frente en alto que quedarse agazapado, agarrado de un puesto. Engañar al Presidente, al Vicepresidente es mucho más fácil que engañarse así­ mismo y si por alguna circunstancia no se ha cumplido con los objetivos que fueron los que motivaron y nos guiaron a tomar y aceptar la responsabilidad del cargo que desempeñamos y no consideramos que en el año a seguir podemos lograr cumplir las tareas y las necesidades para que el paí­s progrese, para que la ciudadaní­a mejore y para que nuestra familia se sienta orgullosa y nuestra conciencia se sienta satisfecha, diciembre es el mes más adecuado para poner la mesa limpia.

 

Por su parte, el Presidente y el Vicepresidente tienen la responsabilidad y la obligación de prever y no lamentar, de evaluar lo actuado en cada una de las dependencias que componen el Ejecutivo y de la misma manera que deben presentar un informe ante el Congreso de la República en el mes de enero, a lo interno deben considerar la conveniencia, la procedencia y la efectividad de cada una de las personas que se sientan en el Gabinete General y en los gabinetes especí­ficos. Si en dicha evaluación no llenan el calificativo de haber actuado y realizado el trabajo que les correspondí­a, no debe vacilarse en sustituí­rsele porque al final del Gobierno y en la historia patria no se juzgará a los ministros, a los secretarios, a los directores sino se calificará a quien el pueblo eligió y le entregó la máxima confianza, la responsabilidad de presidir los destinos de la nación en el rango de Presidente y Vicepresidente de la misma.