Mayo se convirtió en uno de los peores meses para el Ejército de Estados Unidos, desde la invasión de Irak, debido a la muerte de 116 soldados, pese a los continuados esfuerzos de Washington por restablecer la seguridad en el país árabe, en particular con el refuerzo de tropas.
Asimismo, continúa la búsqueda en Bagdad de los cinco británicos secuestrados el martes pasado en un edificio del ministerio de Economía, en el centro de la capital.
Dos soldados de la División Multinacional Centro resultaron muertos ayer a causa de la explosión de una bomba mientras patrullaban a pie, informó el Ejército estadounidense, sin precisar el lugar exacto del ataque.
Otro militar falleció el martes en Bagdad, al margen de las operaciones de combate, agregaron las fuerzas castrenses.
Estos decesos elevan a al menos 116 el número de uniformados norteamericanos muertos en mayo en Irak, lo que convierte este mes en el más mortífero desde noviembre de 2004, cuando 137 soldados perdieron la vida.
Pero este último periodo estuvo marcado por un asalto sangriento al bastión rebelde de Faluya, mientras que en los últimos 31 días no se produjo ninguna ofensiva de gran envergadura.
La mayoría de las víctimas perecieron en explosiones al paso de sus patrullas, en Bagdad o en la provincia de Diyala, al norte de la capital.
El ejército de Estados Unidos admitió el miércoles que el mes de mayo fue «duro», en palabras del general Perry Wiggins, director adjunto de operaciones regionales del Estado Mayor Interarmas, durante una rueda de prensa en Washington.
«Operamos en lugares donde no solíamos ir antes». Ahora «nos enfrentamos más con el enemigo», afirmó el general, que explicó que las tropas se habían dedicado hasta ahora a dejarse ver «en medio de la población, junto a las fuerzas de seguridad iraquíes, para dotar de credibilidad» a estas últimas.
El presidente estadounidense, George W. Bush, declaró la semana pasada que preveía «intensos combates en las próximas semanas y meses» y admitió que el mes de agosto podría ser «muy duro» porque lo que los insurgentes «tratan de hacer es matar a tantos inocentes como sea posible para intentar influenciar el debate» en Estados Unidos.
Al menos 3.468 militares de ese país perecieron en Irak desde la invasión en marzo de 2003, según un recuento de la AFP basado en cifras del Pentágono.
Paralelamente, el secuestro de los cinco británicos, perpetrado en pleno día en un edificio oficial del ministerio de Economía en el centro de Bagdad, asestó un nuevo golpe al plan de seguridad lanzado a mediados de febrero y por el cual más de 85.000 hombres, entre estadounidenses e iraquíes, fueron desplegados en la capital.
Entre los secuestrados, cuya identidad no fue revelada, hay cuatro empleados de la sociedad de seguridad canadiense Garda World y su cliente, un asalariado de la empresa estadounidense de gestión BearingPoint.
El miércoles, el ministro iraquí de Relaciones Exteriores, Hoshyar Zebari, insinuó que el ejército de Mahdi, milicia del dirigente radical chiita Moqtada Sadr, podría ser responsable del secuestro. Hasta ahora, las sospechas recaían sobre un grupo próximo a Al Qaida.
Algunas fuentes señalan incluso que el rapto podría ser una respuesta del movimiento de Moqtada Sadr a la muerte de uno de sus líderes en Basora (sur) en una operación conjunta de las fuerzas iraquíes y británicas.
El ejército de Mahdi negó por su parte estar implicado en el asunto.