Unos alaban su pragmatismo y su modestia, otros la califican de trabajadora y poco carismática: en un año al frente de Alemania, la democristiana Angela Merkel ha mostrado un estilo de gobernar muy diferente al de su predecesor, el mediático socialdemócrata Gerhard Schroeder.
El 22 de noviembre de 2005, esta alemana se convirtió en la primera mujer canciller de la historia.
Desde entonces, los porcentajes de aprobación de su gobierno de «gran coalición» que une a democristianos (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) cayeron en las encuestas de opinión. Estas acreditan a cada uno de los dos grandes partidos populares alemanes menos de un tercio de las intenciones de voto.
Tras un año en el poder, Merkel ha fracasado en imponer una línea clara en Alemania, si bien alcanzó la estatura de una canciller en el escenario internacional, donde tiene que componérselas con un ministro de Relaciones Exteriores (el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier) que no es de su campo político.
Tanto al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, como al presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha expresado sus opiniones críticas en materia de respeto de los derechos humanos. Con el presidente francés Jacques Chirac lleva adelante una cooperación más pragmática que su predecesor, Gerhard Schroeder. En la sede de la Unión Europea (UE), Merkel es altamente estimada por su papel mediador entre Francia y Gran Bretaña en el tema presupuestario.
Angela Merkel se muestra serena: «Hemos pasado por todo, desde la luna de miel a la frustración. Ahora nos encontramos en una sólidad normalidad», declaró la canciller al dominical Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung.
La ex científica de 52 años renunció al corte taza de su cabellera y a las faldas que utilizaba en sus comienzos. Pero su nuevo peinado, hábilmente cortado, y sus trajes de chaqueta no han borrado su estilo.
Un documental de gran éxito sobre la epopeya del equipo de Alemania de fútbol durante el último Mundial muestra a una Angela Merkel radiante, pero intimidada frente a las grandes figuras de la Mannschaft que la aguijonean sobre el nivel de los impuestos.
Para la mayoría de los editorialistas, esta simplicidad la ayuda a mantener a flote a la gran coalición.
El binomio que forma con el ministro socialdemócrata de Trabajo y Seguridad Social, Franz Muentefering, parece funcionar. El vicecanciller se jacta de mantener «una relación de trabajo digna de una buena empresa».
La canciller impresiona asimismo por su dedicación al trabajo. «Es una cmoputadora», declaró recientemente el ministro de Agricultura y Protección al Consumidor, Horst Seehofer.
Merkel «ha creado un buen clima de trabajo», considera el influyente semanario Der Spiegel, pero «Â¿de qué sirve esto si apenas salidos del consejo de ministros todos se comportan como en una campaña electoral perpetua?»
Las críticas sobre la falta de autoridad de Angela Merkel son frecuentes, en la prensa o entre los responsables políticos. Estas aumentaron desde la aprobación de una polémica reforma del sistema de salud, fruto de un laborioso compromiso.
«El contexto es muy diferente. En una gran coalición ella no puede enviar a paseo a todo el mundo como lo hacía Schroeder», quien dirigía una «pequeña» coalición (SPD/Verdes), señala Gerd Langguth, profesor de ciencias políticas y ex diputado democristiano.
La canciller tiene dificultades asimismo para imponerse a los «caciques» de la democracia cristiana.
Hija de un pastor protestante, Merkel tiene que zanjar diferencias con políticos democristianos mayoritariamente católicos. Rara vez pasa una semana sin que el socialcristiano bávaro (CSU) Edmund Stoiber o el jefe del gobierno regional de Renania del Norte-Westfalia, Juergen Ruettgers (CDU) hagan declaraciones a veces abiertamente en contradicción con sus orientaciones.
El discurso de Angela Merkel, presidenta de la CDU, es muy esperado en este momento crucial en el próximo congreso de su partido, a finales de noviembre, en Dresde (este).