La canciller alemana, Angela Merkel, estará bajo presión durante la próxima Cumbre del G8 de esta semana para lograr un acuerdo contra el calentamiento global, debido al abismo existente entre los planes de Estados Unidos y la posición europea.
Merkel, con la intención de sacar partido a su presidencia de la Unión Europea y del grupo de los ocho países más poderosos del planeta (G8), que se reunirán a partir del miércoles en el balneario alemán de Heiligendamm, ha preparado un texto ambicioso.
Basándose en las conclusiones del Grupo intergubernamental de expertos sobre la evolución del clima (Giec), publicadas durante los últimos meses, quiere que el G8 se haga eco de la convicción europea de que más allá de una subida de 2 grados Celsius, con respecto a la temperatura de 1990, el calentamiento global sería inaguantable.
Para conseguir este objetivo propone reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2050, siempre con relación a las de 1990.
Estados Unidos expresó su «oposición fundamental» a esta propuesta, en el borrador de un comunicado divulgado por la asociación ecologista Greenpeace.
Pero hace unos días, el presidente estadounidense George Bush, ante la posibilidad de verse aislado en el G8, hizo pública una iniciativa climática.
Consiste en reunir a los 10 ó 15 países responsables de más del 80% de la contaminación, entre ellos China y la India, para «aspirar» a un «objetivo global a largo plazo» en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, según la Casa Blanca.
Luego cada país tendría libertad para elegir la forma en que prevé lograr este objetivo, estableciendo metas a medio plazo (10 a 20 años) no vinculantes.
Las principales asociaciones ecologistas se han apresurado a denunciar lo que consideran una artimaña estadounidense para distraer la atención ante la proximidad del G8.
Esta iniciativa es «un intento transparente de hacer fracasar las discusiones en curso en el seno del G8 y de las Naciones Unidas», estimó Tony Juniper, director de Amigos de la Tierra.
«George Bush ignora totalmente el marco de negociación original que es la convención del clima», afirma un diplomático europeo a cargo de la preparación del G8.
El papel de la ONU en el debate internacional sobre la protección del clima «no es negociable», recordó el portavoz del gobierno alemán Ulrich Wilhelm el viernes en Berlín.
«Para nosotros está claro, y no es negociable, que todas las actividades (de lucha contra el calentamiento global) deberán al final supeditarse al marco de la ONU», afirmó.
Las discrepancias no impiden que se pueda llegar a un compromiso de mínimos en una declaración común del G8, en la que se establecería claramente un vínculo entre la iniciativa estadounidense y la Convención sobre el cambio climático. En cambio, parece difícil comprometer a los norteamericanos con cifras concretas, aseguran los expertos.
Estados Unidos ratificó la Convención sobre el Clima (1992), pero no hizo otro tanto con el Protocolo de Kyoto, que establece la obligación de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el periodo 2008-2012.
Para vincular los estadounidenses a las negociaciones «posteriores a Kyoto», la presidencia alemana podría aceptar en el G8 un compromiso endeble, que evitaría cifras sobre los índices de reducción de emisión de gases contaminantes, temen los ecologistas.
«Hay que confiar en que los alemanes se mantengan firmes, pues de lo que se decida en el G8 dependerá el éxito de la próxima Conferencia de Naciones Unidas sobre el clima en Bali», en diciembre próximo, advierte una fuente diplomática europea.