Estas elecciones determinarán cual será su próximo socio de coalición, o el Partido Social-Demócrata (SPD) con el que gobierna desde hace cuatro años, o los Liberales (FDP).
Todas las encuestas coinciden en pronosticar un nuevo mandato para esta hija de pastor, de 55 años, que creció en la ex-RDA. No tiene gran carisma, pero es inmensamente popular en Alemania.
Sin embargo casi en víspera de las elecciones, cerca de una cuarta parte de los electores seguían indecisos. Una cifra récord. Por ello, los indecisos se han convertido en el objetivo de los socialdemócratas para intentar derrotar a la conservadora Merkel.
De los resultados de los tres principales partidos dependen de las coaliciones posibles.
La Union Cristiana CDU/CSU de Merkel espera gobernar con los liberales del FDP. Ese era su objetivo en las elecciones de 2005. Su victoria muy ajustada los obligó a un matrimonio de interés con el SPD y esto podría repetirse.
Las últimas encuestas dan 34-35% de intenciones de voto a la CDU/CSU, 26-27 % al SPD, 12-13% al FDP y 11 % a los Verdes, socios potenciales del SPD.
La «gran coalición» que dirige Alemania desde 2005 es ampliamente responsable de la atonía de la campaña electoral: además de su falta de carisma político, Merkel y su rival social-demócrata Frank-Walter Steinmeier gobiernan juntos y comparten la responsabilidad del balance.
Steinmeier, tecnócrata de 53 años que se somete el domingo por primera vez a la votación popular, es vice-canciller y ministro de Relaciones exteriores.
En los debates parlamentarios sobre la crisis que hundió a Alemania en su peor recesión desde la guerra los comentaristas hablaban de los discursos de «Steinmerkel». Y su único debate televisado fue un encuentro tan amable que uno de sus animadores los comparó con «una vieja pareja armónica».
Además, Merkel no olvidó que en 2005 su confortable ventaja se hundió peligrosamente antes de las elecciones a causa de sus posiciones liberales: esta vez los conservadores no hicieron ninguna promesa de campaña, centrada totalmente en su persona.
En el fondo, las proposiciones de los principales partidos difieren poco en temas relacionados con la salida de la crisis económica o la defensa del compromiso muy impopular de mantener presencia militar en Afganistán.
Conservadores y social-demócratas se oponen en el tema de la instauración de un salario mínimo para todos y en especial en el tema nuclear: el SPD quiere el respeto de la ley que programa el cierre de las centrales a partir de 2020, la CDU quiere prolongar su duración.
El futuro ocupante de la cancillería no tendrá una tarea fácil. Tratará de regresar al equilibrio presupuestario, que Alemania casi logró antes de la crisis financiera, sin perjudicar la recuperación.
Le desempleo supera el 8% de la población activa, y debería aumentar sensiblemente pues está contenido por algunos meses por medio de un verdadero arsenal de medidas para evitar los despidos.
Pero si todo se desarrolla como lo pronostican las encuestas, Merkel tendrá el placer de recibir a los grandes de este mundo para la conmemoración del 20 aniversario de la caída del Muro de Berlin, a la que debe su carrera política.
El gran ausente será el presidente estadounidense Barack Obama, que estará de viaje por Asia y quien le dijo desde julio a Merkel: «Oh, usted ya ganó. No se por qué se preocupa tanto».
La conservadora Angela Merkel, que podría renovar su mandato tras las elecciones legislativas del 27 de septiembre, se ha impuesto como la canciller preferida de los alemanes y «la mujer más poderosa del planeta» pese a una línea política difícilmente definible.
Angela Merkel, de 55 años, que creció en la extinta RDA comunista e inició su carrera política con la caída del Muro de Berlín, goza de una popularidad sin igual desde la guerra, con más de un 60% de opiniones favorables, y encara como gran favorita los comicios del próximo domingo.
La campaña electoral de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), se basa por completo en la persona de «Angie», a quien sin embargo se la considera poco carismática y peor oradora.
Sin tener un programa electoral detallado, Merkel agita el espectro de una alianza entre los socialdemócratas y la extrema izquierda para promover la alianza que desea formar con los liberales.
Cuando fue nombrada canciller el 22 de noviembre de 2005, Angela Dorothea Merkel, nacida Kasner, se convirtió en la primera mujer en dirigir Alemania, la primera desde la británica Margaret Thatcher en gobernar un gran país europeo y la primera jefa de gobierno procedente de la ex RDA.
Aquella a la que la revista Forbes eligió cuatro años seguidos como «la mujer más poderosa del planeta» se ilustró durante la presidencia alemana de la Unión Europea haciendo adoptar el Tratado de Lisboa.
Con la llegada de la crisis, recibió numerosas críticas de sus socios de la UE cuando se negó a adoptar un plan de reactivación europeo, lo que le valió la etiqueta de «La señora no».
A nivel exterior, Merkel se destacó por su llamada al orden a Rusia sobre la cuestión de los derechos humanos, y su exigencia al papa Benedicto XVI de tomar distancias con las teorías negacionistas de un obispo integrista.
En política interior, sin embargo, evitó tomar posiciones rígidas. Obligada a convivir con la izquierda en la gran coalición de gobierno, abandonó las tesis liberales que defendía en 2005 y se contentó con generalidades, repitiendo que «el crecimiento crea empleo».
La única excepción fue su batalla por salvar al constructor automotor Opel y sus 25.000 empleos en Alemania, meses antes de las elecciones, logrando que éste fuera comprado por el fabricantes de automóviles canadiense Magna apoyado por capital ruso.
Muchos alemanes saludan su pragmatismo y su simplicidad. Sin embargo, sus convicciones siguen siendo un misterio para ellos.
«Es una persona muy cerrada que aprendió bajo el régimen de la RDA a no expresar nunca lo que piensa», dice a la AFP su biógrafo, Gerd Langguth. «Es una esfinge, pero ahora le gustaría parecer más humana», añade.
Nacida en Hamburgo, Merkel creció en la RDA, donde su padre, pastor protestante, se instaló poco después de su nacimiento.
Científica de formación, entró en política con la caída del Muro de Berlín. Con el padrinazgo de Helmut Kohl, «la niña», como él la llamaba, se convirtió en ministra de la Condición femenina y luego asumió la cartera de Medio Ambiente.
Más tarde aprovechó un escándalo en la CDU para desplazar a Kohl. Mujer y protestante, logró imponerse al frente de un partido de tradición católica dominado por hombres.
Casada en segundas nupcias con el químico Joachim Sauer, la canciller conservó el apellido de su primer marido. La que otrora fue criticada por su falta de elegancia se ha negado siempre a ser el estandarte del feminismo.
Frank-Walter Steinmeier, el socialdemócrata que aspira a arrebatar a Angela Merkel la cancillería alemana, es un ministro de Relaciones Exteriores competente, pero arrastra una reputación de tecnócrata carente de todo carisma.
A sus 53 años, el vicecanciller del gobierno de gran coalición saliente se ha lanzado al asalto del poder supremo, presentándose por primera vez a unas elecciones.
Sonriente y de aspecto simpático, este hombre cultiva las paradojas: si bien según los sondeos apenas tiene posibilidades de alcanzar el puesto de primer ministro, goza de una excelente popularidad personal. Y ello pese a ser casi un desconocido hace sólo cuatro años.
Con todo, este reformador pragmático no es ningún novato en política. Tras entrar en el partido con 19 años, hizo carrera a la sombra de Gerhard Schrí¶der (canciller de 1998 a 2005), del que durante seis años fue jefe de gabinete.
Desde ese cargo, participó de cerca en la elaboración de las reformas económicas de la era Schrí¶der, entre ellas la impopular modificación del seguro de desempleo. í‰sta permitió una mejora espectacular del mercado laboral en Alemania, hasta la crisis económica actual. Pero también tuvo buena parte de la culpa en la corta derrota que la coalición de verdes y socialdemócratas sufrió en las elecciones de 2005.
Omnipresente y buen conocedor de todos los temas, Frank-Walter Steinnmeier no tiene sin embargo los atributos de «animal político» de su mentor.
Para el periodista Tom Ockers, que lo siguió durante un año para elaborar un retrato recientemente difundido en la cadena pública ARD, «no tiene ninguna posibilidad de deshacerse de ese prejuicio. Incluso si corriera desnudo por Berlín, la gente diría: «Â¡ese tipo es un aburrido!»».
Y es que, como gustan repetir sus adversarios, este hijo de carpintero y doctor en derecho nunca ha tenido que pelear para llegar al poder.
Ni ante los electores, ante los que se presenta este año por primera vez para conseguir un escaño de diputado por Brandeburgo (este), ni en su partido, que sólo recurrió a él para disputar la cancillería a falta de otro candidato creíble.
Para Nils Diederich, politólogo en la Universidad Libre de Berlín, Frank-Walter Steinmeier tiene una «manera poco polémica de hacer política», que se explica en gran parte por su recorrido.
«Parece en retirada porque durante mucho tiempo ha estado al servicio de responsables políticos, y también porque desde hace cuatro años dirige la diplomacia, donde no ha podido hacer gala de agresividad», explica.
Pero su prestación del 13 de septiembre, más vigorosa de lo esperado, en un debate televisado ante Angela Merkel, mostró que el candidato del SPD es «capaz de aprender», según Diederich.