El 18 de diciembre de 1919 se informa en el Diario de Centro América que en la exposición de los cuadros de Carlos Mérida se llevó a cabo un programa con música de Jesús Castillo. Se escuchó la Obertura indígena y la Suite indígena.
En esta oportunidad Rafael Yela Gí¼nther disertó sobre la actuación de los artistas guatemaltecos en la nueva tendencia artística en América.
Gí¼nther aseguró que la civilización propia de los pueblos de América fue interrumpida por la interposición de Europa. Fue como un árbol sembrado que llevó, en su caída en tierra, un principio de arte que los siglos harían germinar con el esfuerzo que persiste en los ideales insatisfechos.
El alma de nuestros indios, ciertamente, comenzaba a manifestarse en la labor de los convencidos de luchar entre las dificultades del medio y la indiferencia de los gobiernos.
Así, puede decirse, sin temor a equivocación, que Carlos Mérida y Jesús Castillo son los precursores del renacimiento de nuestras artes nacionales y autóctonas. Mérida, por su parte, es la expresión genuina de nuestra tierra. Sus murales son un lazo entre el sentimiento antiguo y el moderno.
Gí¼nther, maestro también, sabe que en Mérida el plano del color lo indujo a la línea y luego al tono, para entregar policromía en su conjunto. Los colores y dibujos de los tejidos indígenas los aprovechó para su pintura, sin destruir la armonía.
Castillo fue dueño de la música autóctona, con reminiscencias del caudal de antiquísimos sones. Mérida y Castillo, en los años diecinueve del siglo veinte, ya reclamaban, no un artículo de periódico, sino la crítica docta, tal y como la pedía Yela Gí¼nther que supo ver en ambos artistas guatemaltecos la evolución genial y el aprovechamiento del arte de los antepasados.