El joven subió al escenario para recibir su título y las medallas obtenidas; luego buscó entre el público a una anciana muy humilde y corrió a arrodillarse ante ella para besarle las manos.
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Graduarse con honores en un colegio tan prestigioso como St». Germain, no era tarea fácil para nadie sin recursos económicos: la enseñanza era rigurosa, los libros caros y los maestros, exigentes.
Entre los estudiantes se destacaba Herni Lapidou, un muchacho al que nunca le faltaba nada y quien obtenía siempre las mejores notas, lo cual no lograban ni sus compañeros millonarios.
Ello se debía al esfuerzo de una mujer que trabajaba durante quince horas diarias como obrera en una fábrica y luego cosía en casa, para que él pudiera superarse: su madre.
DIOS BENDICE A LOS QUE RECONOCEN EL SACRIFICIO MATERNO.