En casi todos los países del orbe han sido puestas de moda (digamos así) las encuestas de toda índole, especialmente las de carácter político.
Hay varias empresas que trabajan nacional e internacionalmente en ese sentido: algunas merecen credibilidad pero otras no.
Los entes encuestadores con relación a los personajes del ajedrez que pretenden ocupar altas posiciones de gobierno son, naturalmente, lucrativos.
Por lo regular, casi por lo general, ni lerdos ni perezosos suelen dar golpes de impresión ante los respectivos sectores sociales y, de esa guisa, se cumple aquello de que el que pega primero sigue asestando buenas tundas hasta lograr los propósitos que se persiguen…
Otra cosa que debe tomarse muy en cuenta es el hecho de que el que traga más saliva traga más pozol… ¡Incuestionablemente!
Es el «pisto», volcado multimillonariamente, el que da imagen a los pretendientes a mandar y a llenarse los bolsillos o las cajas fuertes a voluntad o gusto cuando escalan las cimas de la burocracia que siempre, en países como el nuestro, adquiere aspectos de superdesarrollo, incluso para inflar el nepotismo.
Leíamos hace unos días en este vespertino, que la popularidad de Hugo Chávez Frías, el histérico e irrespetuoso sargentote que hoy por hoy se halla en el poder en Venezuela actuando manu militari, está rascando el 60 por ciento. ¿De un segmento masificado del pueblo o de todo un pueblo? Sería bueno aclarar eso?
Entonces cabría decir: ¿Será, será real, verdadera, tanta belleza? Es esta una inocente pregunta que se estará haciendo el qualunque. Sólo estando en el terreno de las realidades podría verse y comprobarse si en efecto el verborreante dictador castrense «democratazo» tiene en el redil más de la mitad de sus ovejas?
Los encuestadores, como ha ocurrido en este pedazo de suelo centroamericano, sólo husmean entre mil 500, 2,000 o 3,000 hombres y mujeres, mayores de edad, de los diferentes estratos sociales. Pero la población ¡pasa ya de la decena de millones!
Habría que aclarar convincentemente si se encuesta únicamente a unos grupos de ciudadanos y ciudadanas, aptos para servir de escaleras a los políticos, «políticos» que, por cierto -dicho sea de refilón-, de políticos sólo tienen pasta de politiqueros, como se les llama «cariñosamente», en reconocimiento a sus lindezas y «meritísimas» realizaciones?
Las encuestas, en realidad, no siempre son dignas de crédito, aunque se producen «casualidades de casualidades», gracias a las estrategias que, al influjo del mercantilismo, explotan a las mil maravillas las audaces empresas que «ayudan» con sus culas a los mejores postores que eventualmente pueden lograr el arribismo?
En las naciones ricas, que navegan en mares de oro, corren dorados ríos crecidos durante las alegres campañas electorales, por lo que ganan las codiciadas «chambas» quienes las pueden a través de ruidosa propaganda y cantos de sirena, en los diversos medios de comunicación. Eso lo vemos con mucha frecuencia en nuestro istmo y en otros patios del planeta.
En Guatemala no debemos prestarnos a los juegos sucios de la politiquería partidista para no sentirnos defraudados y para no llorar como plañideras o como lloraduelos cuando ya todo está consumado; ¡cuando ya es demasiado tarde! Actuemos concientemente en todos los casos, tomando en consideración cualidades y calidades de cada aspirante a las prominencias de la frondosa burocracia.
Así que? ¡cuidado, cuidadito, mucho cuidado con los golpes de audacia de los explotadores de la actividad de las consultas o encuestas populares, dizque populares, que hacen en reducidos grupos de ciudadanos y ciudadanas!!!