Mensaje poco alentador


El mensaje que ayer dirigió el Presidente de la República a los guatemaltecos por medio de la televisión terminó siendo poco alentador, no sólo por la pobreza en la forma que mostró a un mandatario que ni con ayuda de teleprompter y de la edición pudo evitar errores en la lectura del texto, sino por el contenido del mismo que no fue concreto en absoluto más que en el sentido de que no habrí­a suspensión de garantí­as y que se ha pedido la prórroga del mandato de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.


Los titubeos del Presidente al hablar muestran la ausencia de noción de lo que realmente quiere hacer el Gobierno frente al desafí­o que le ha planteado el crimen organizado. Recordemos que la tesis oficial, sustentada tanto por Gobernación como por la Presidencia, es que estos ataques son respuesta de criminales a los golpes que el Gobierno les ha «propinado», lo cual significa que saben exactamente quiénes son los que ordenan los crí­menes a los sicarios.

Si el Presidente hubiera ordenado ayer en cadena de radio y televisión a su Ministro de Gobernación que se deje de babosadas y que invierta el dinero que según él le sobra en la construcción de una cárcel de alta seguridad a donde enviarí­an a los lí­deres del crimen organizado y de las maras para impedir que sigan usando los actuales centros de detención como su oficina para planificar y ordenar crí­menes y extorsiones, seguramente la gente hubiera sentido algún alivio.

Si se sabe que desde las cárceles se ordenan las ejecuciones de pilotos de buses, por qué diablos no construyen un presidio en donde no puedan entrar ni teléfonos ni otros medios de comunicación para realmente aislar de la sociedad a esos delincuentes. Un lugar donde los visitantes no tengan contacto fí­sico con los reos y donde, además, se escuche y grabe todo lo que se comunique entre los reclusos y la visita, separada de éstos por gruesos vidrios. En vez de eso, Gobernación se afana por justificar el traslado de más de 200 millones de quetzales al fondo común para que vayan a los programas de Cohesión Social, insistiendo en que no hacen falta recursos en la lucha contra el crimen.

Ya no estamos para escuchar pedidos de calma o paciencia, menos para oí­r que ministros y policí­as encuentran en la oración su respuesta a la ola de criminalidad. A Dios rogando y con el mazo dando, se dice, lo que significa que tiene que haber polí­ticas concretas para defender a la ciudadaní­a. Nadie se dejarí­a llevar por el pánico si se viera un aire con remolino, pero si ni para pronunciar un buen discurso son buenos, es lógico que la gente pierda la confianza y la esperanza.