Antes de que el médico Celzo Cerezo fuera designado viceministro de Salud y luego elevado a titular de esa cartera, éramos relativamente amigos, de suerte que cuando el sábado 24 de mayo del año anterior publiqué un artículo dirigido a él y al Vicepresidente de la República, pidiéndoles su intervención para que cesaran los pagos anómalos de pacientes del hospital nacional de San Marcos, lo hice ponderadamente; pero ni me respondieron -que es irrelevante- y no atendieron la denuncia de los pacientes, haciendo caso omiso a la gratuidad hospitalaria del gobierno socialdemócrata (?).
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  Hoy me dirijo al ministro Cerezo para sugerirle, pedirle o demandarle que ordene exhaustiva investigación en el caso de Sara Ernestina Flores Osorio, una chica que, como lo expuse el pasado jueves, falleció en irregulares circunstancias en el Hospital Roosevelt, toda vez que no recibió la debida atención en la Sala de Emergencia, donde estuvo agonizando durante alrededor de cuatro horas, y posteriormente uno de los médicos le dijo al padre de la joven que había fallecido «por arritmia cardiaca», en tanto que el certificado de defunción señala que la muerte fue causada por «asfixia por estrangulación».
  En declaraciones a La Hora sobre este penoso caso, el viceministro de Hospitales, Ludwing Ovalle, confirmó que «el dictamen del Inacif indica que había señales de estrangulamiento», pero emitiendo un juicio a priori añadió que «eso obviamente no le pasó en el hospital», sin pretender encubrir a uno de sus colegas, por supuesto..
  ¿Pero en qué se basa el viceministro Ovalle para asegurar que «obviamente» eso no pudo suceder en el nosocomio? ¿En dónde ocurrió, entonces? ¿Por qué uno de los médicos de urgencias del Roosevelt le dijo al padre de la adolescente que había muerto por arritmia cardiaca? La infortunada chica llegó a la emergencia hospitalaria con dolores de estómago, que se fueron agudizando conforme transcurrían las horas, porque el médico que «atendió» a la joven no le tomó lo signos vitales a su ingreso, ni le preguntó si era alérgica a algún medicamento, sino que se limitó a aplicarle una inyección y suministrarle suero.
  No fue hasta que Sara Ernestina perdió el conocimiento, a eso de las dos y media de la madrugada del martes 3, que otros médicos de la emergencia del Roosevelt intervinieron; pero ya era demasiado tarde, porque la chica falleció poco después.
   Para no dejar impune el fallecimiento de la joven y en salvaguarda del prestigio de los médicos diligentes del Hospital Roosevelt -que son la mayoría- espero que el ministro Cerezo ordene que se investigue el caso.
   (Romualdo Tishudo me dice: -Los cargos no son eternos, compañero).