Todos los días invariablemente sigo una rutina, dar a gracias a Dios por un nuevo día, mirarme la cara al espejo y voltear a ver el almanaque. Esta vez mis ojos tropezaron con una fecha la próxima semana de julio sobre la cual guardo algunos recuerdos, además de haber leído y oído otros tantos testimonios, me refiero a los sucesos del 16 al 18 de julio de 1949 que desembocaron en el asesinato del coronel Francisco Javier Arana, hecho con el cual la Revolución de Octubre perdió su inocencia.
Cursaba el segundo año de bachillerato en el Colegio de Infantes, ese año de 1949 había dejado atrás mi vida en el altiplano occidental llegando a la capital, para, como decía mi abuela, tener la oportunidad de desasnarme un poco. Ese día lunes antes del mediodía terminaron las clases, el Gobierno se decía estaba a punto de caer y se esperaban disturbios, habían asesinado al coronel Arana. En franca algarabía salimos por la Avenida de La Reforma, cercana a la Guardia de Honor, cada quien a su casa. Por tarde , la noche y la mañana siguiente, veíamos volar rasante sobre nuestra casa en Ciudad Vieja, a los aviones T33 que bombardeaban y ametrallaban la Guardia de Honor a unas seis cuadras de distancia.Tras la visión de las balas trazadoras y algunos cascabillos que caían sobre nuestro jardín oíamos las bombas, enviadas como apoyo al Gobierno por parte del presidente de Cuba Carlos Prío Socarrás, también se dejaba oír la respuesta de los seguidores de Arana atrincherados en La Guardia de Honor. La radio era mantenida en cadena con música de marimba y de vez en cuando el locutor con voz solemne imitando un acto fúnebre informaba de la «versión de la TGW» sobre lo sucedido, el locutor se esforzaba por hacerlo creíble pero los que lo escuchábamos percibíamos todo lo contrario.
El Gobierno del doctor Juan José Arévalo Bermejo, se había estrenado en marzo de 1945, habían transcurrido cuatro años y durante ese lapso de tiempo algunos complots habían sido abortados (al final terminaron siendo 32) pero esta vez la cosa era un poco diferente, Arévalo un hombre hábil para la maniobra política se encontró desbordado por dos bandos en pugna en donde al final tuvo que tomar partido: un bando apoyaba como candidato de la elección presidencial de 1950 al coronel Francisco Javier Arana Jefe de las Fuerzas Armadas y el otro favorecía al coronel Jacobo Arbenz, ambos triunviros de la Revolución del 20 de Octubre de 1944.
A poco tiempo de inaugurado su Gobierno el 16 de diciembre de 1945 el doctor Arévalo se embarrancó en un paraje conocido como «los Chocoyos» cercano a Panajachel, acompañado de un amigo y dos bailarinas de un Ballet Ruso de visita en Guatemala, no se trataba precisamente del Bolshoi, pero sí de una escuela de cierta importancia. Ninguna de las dos bellezas rusas murió, tampoco Arévalo ni su acompañante, el Presidente, sin embargo, sufrió golpes de consideración y por momentos se temió por su vida. El hecho alborotó a los seguidores de Arévalo provocando una reunión con Arana y un pacto que se llamó Pacto De La Barranca, por el cual Arana sería apoyado por las fuerzas arevalistas para la elección de 1950 con la condición de que respaldara al Gobierno de Arévalo para terminar su período, el que perdía con aquel pacto era el coronel Arbenz que también pretendía la sucesión inmediata.
En el fondo el problema estribaba en que la Constitución de 1945 establecía el cargo de Ministro de la Defensa nombrado por el Presidente de la República, y también el de Jefe de las Fuerzas Armadas nombrado por el Congreso entre una lista de tres oficiales presentada a este por el recién creado Consejo Superior de la Defensa. El Consejo Superior de la Defensa a su vez estaba integrado por el Presidente de la República, el Ministro de la Defensa, el Jefe de las Fuerzas Armadas, el Jefe del Estado Mayor y los Jefes de las siete Zonas Militares existentes, además de trece altos oficiales electos por votación secreta entre los miembros de activos del Ejército. Como se experimentó posteriormente, la existencia de dos cabezas de mando creaba un serio problema a nivel institucional y del Ejecutivo.
Al triunfo de la Revolución el coronel Francisco Javier Arana daba por hecho ser el sucesor de Arévalo, y éste parece ser que así lo concibió durante los tres primeros años de su mandato. Ese hecho reforzó la posición de Arana quien estaba «esperando su turno» para 1950.Sin embargo, pasados los años el coronel Arbenz y sus cuadros fueron teniendo mayor hegemonía y Arana fue perdiendo sustentación ante Arévalo, quizás porque algunos de sus consejeros pertenecían a facciones de la derecha.
Para curarse en salud un día de mayo de 1949, Arévalo reunió en Casa Presidencial en tres ocasiones diferentes a los dos hombres en pugna, después de haber recibido la visita de algunos oficiales que veían con preocupación la polarización existente entre ambos líderes. Como resultado de las reuniones con Arévalo, suscribieron un pacto por el cual Arana sería candidato en 1950 y Arbenz para el siguiente período de1956. Pasados algunos días Arbenz se presentó de regreso ante Arévalo para decirle que se retractaba de lo pactado por no haber sido aceptado por sus principales seguidores, al no haber estado presentes con lo cual se declaraba abiertamente la lucha por el poder, lucha que terminaría con la muerte de Arana el 18 de julio de 1949 (lo referente al pacto y el rechazo posterior de Arbenz, lo menciona el doctor Arévalo en su libro Despacho Presidencial).
El doctor Carlos Sabino en su obra «Guatemala la Historia Silenciada» (1944-1989), Tomo I, pág. 128, menciona una confabulación para asesinar a Arana a finales de junio de 1949 realizada en la finca El Sauzalito, propiedad del señor José Gregorio Prem en donde según información del autor se decidió la eliminación física de Arana bajo la base que planeaba un golpe de Estado, los menos se inclinaban por su destitución a través de un Dto. Del Congreso. Las tensiones existentes continuaron hasta julio cuando se debían renovar a los miembros del Consejo Superior de la Defensa( CSD), cuya elección se planeó primero para el 12 y luego para el domingo 17 de julio esperando que de acuerdo a la forma en que en se manejaban las cosas, el que dominara en dicho Consejo sería electo Jefe de las Fuerzas Armadas y tendría el apoyo del Ejército para ser el sucesor de Arévalo, eso lo sabían tanto Arana como Arbenz.