Memorias del 18 de julio de 1949 (III parte)


El coronel Arana no llevaba escolta, ya que después de haber comunicado al Presidente que iba a recoger las armas, Arévalo ordenó al coronel Felipe Antonio Girón, su jefe de Estado Mayor que lo acompañara, jamás pensó Arana que podí­a sufrir en el trayecto un atentado. Cuando detuvo el automóvil y después de una voz de alerta, principiaron los disparos con fuego de subametralladora y armas cortas desde afuera. Su ayudante, el coronel Absalón Peralta, tenido como un hombre de rompe y rasga debe de haber sacado su arma y disparado, el otro acompañante que iba en el asiento de atrás con Peralta, el coronel Girón, no disparó y se lanzó al suelo, tampoco Francisco Palacios, el chofer, quien iba al lado de Arana. Al final los muertos fueron el coronel Arana, su ayudante Absalón Peralta y él coronel Enrique Blanco, subdirector de la Policí­a, quien iba con los atacantes. Heridos resultaron el Mayor Alfonso Martí­nez y el chofer Francisco Palacios.

Mario Castejón

De allí­ se dirigieron al chalé Pomona residencia del coronel Arbenz en la Avenida de la Reforma, quizá a dejar uno de los automóviles que era del uso de su esposa. El mismo coronel Arbenz vio lo sucedido con larga vista desde El Filón, donde hoy está el Parque de las Naciones Unidas (así­ lo menciona Arévalo en Despacho Presidencial). Más tarde el coronel Juan Francisco Oliva, Jefe de la Guardia de Honor, bastión de Arana y del Cuartel más importante de la capital, fue llamado al Palacio Nacional y llevado a los sótanos por órdenes del coronel Arbenz en donde el ex cadete Francisco Morazán que vení­a del Puente de la Gloria, sin más, disparó sobre él y sobre su segundo el mayor Ví­ctor Manuel Archiva, quien murió en el lugar, dejando malherido a Oliva. Desde ese momento al filo del medio dí­a, nada pudo detener la noticia del asesinato. El licenciado Mario Méndez Montenegro, hombre cercano a Arana, alto dirigente del Frente Popular Libertador, seguido de un número grande de simpatizantes de la causa inició la rebelión desde La Guardia de Honor.

La aviación principió el ataque por la tarde sobre el bastión de los rebeldes de donde salieron tanques y tropa para atacar el Cuartel de Matamoros y tomaron por un corto tiempo el Palacio de la Policí­a. Todo indicaba que ese dí­a por la noche el Gobierno no iba a resistir. Así­ me lo expresó en una oportunidad el coronel Ricardo Porras, entonces Primer Secretario del Ministerio de la Defensa y más tarde ministro de Educación de Idí­goras Fuentes, quien me refirió que por la mañana del dí­a 19 ya existí­a la disposición gubernamental de rendirse y se habí­a integrado una comisión portadora de la bandera blanca, cuando al mediodí­a llegó la noticia que la Guardia de Honor pedí­a tregua.

También el coronel í‰lfego Monzón lo refiere en el libro Diálogos con el coronel Monzón de Tomás Sierra Roldán: pág. 45, Ed. Sn. Antonio. «Pero en las horas criticas de la tarde del 18 de julio de ese mismo dí­a el gobierno fue abandonado a su suerte y pudo perfectamente caer sin tener la menor probabilidad de auxilio… hasta el 19 de julio por la mañana se tomó la decisión de atacar a la Guardia de Honor por la base militar». Hay que hacer mención que la acción efectiva contra la Guardia de Honor la mañana del 19, la dirigió acabando de tomar el mando el coronel Carlos Paz Tejada y su actuación provocó que los sitiados se rindieran. Si durante la noche del 18 y la madrugada del 19 los rebeldes hubieran atacado la Base militar y la Aviación, el Gobierno de Arévalo no hubiera resistido.