Memorias del 18 de julio de 1949 (II parte)


El sábado 16 de julio el coronel Francisco Javier Arana visitó al presidente Arévalo en Casa Presidencial y le comunicó que habí­a sido informado que el jefe de la Fuerza Aérea, Coronel Francisco Cosenza, hombre de confianza del Coronel Arbenz, habí­a ocultado un lote de 400 fusiles nuevos con su respectiva munición enviados por el presidente Figueres, de Costa Rica, armas que habí­an pertenecido a la Legión del Caribe. Cosenza, le dijo: «Los ocultó en el chalet presidencial El Morlón, en Amatitlán, sin informarle nada». Le indicó airado que irí­a a recoger las armas y que destituirá a Cosenza, como así­ lo hizo. En el mes de junio de 1961 encontrándome en Rí­o de Janeiro en una misión de la AEU, el Coronel Cosenza, quien era Embajador de Guatemala en Brasil, me invito a almorzar con él en su apartamento cercano a la Playa de Ipanema. Hablando de hecho, me confirmó que recogió las armas por orden del coronel Arbenz con conocimiento de Arévalo.

Mario Castejón

Volviendo al punto, ese dí­a 16 de julio, lo dicho por Arana avivó las brasas del fuego entre los cí­rculos de poder: Presidencia, Ministerio de la Defensa, Congreso y Partidos Polí­ticos afines. Se discutió qué hacer con Arana, que según unos complotaba para dar un Golpe de Estado ante la seguridad que perderí­a la elección del Consejo Superior de la Defensa ese domingo 17 y dejarí­a de ser jefe de las Fuerzas Armadas, lo que le impedirí­a triunfar en la elección presidencial en noviembre del año siguiente, utilizarí­a esas armas, según sus crí­ticos para armar a sus correligionarios civiles. Se habló de un Decreto del Congreso para destituirlo y también de exiliarlo a Cuba confiado a Prio Socarrás, otras voces sugerí­an eliminarlo fí­sicamente.

El lunes 18, Arana salió para Amatitlán a recoger las armas y antes que él una «comisión» que iba con el fin de impedir que regresara con ellas. Cargó las armas en unos camiones de la Fuerza Aérea y se dispuso a regresar a la capital. En la orilla izquierda del Puente de la Gloria, una estructura semicolonial de una sola ví­a en forma de jiba se encontraba el Restaurante Maya propiedad de don Max Bendit, un emigrante alemán. Contaba éste que los hombres que esperaban a Arana, estuvieron tomando y comiendo algo desde antes de las nueve de la mañana, luego un automóvil fue atravesado en el puente para obligar a detener el paso, mientras otro vehí­culo esperaba con un grupo de hombres, entre ellos reconoció al Mayor Alfonso Martí­nez Estevez, diputado y personaje del Gobierno. El grupo seleccionado habí­a salido ese dí­a de Guatemala por órdenes del Coronel Jacobo Arbenz y con conocimiento del presidente Juan José Arévalo, aunque éste en su libro Despacho Presidencial habla como que si él no estuviera en la trama. Lo que probablemente Arévalo no alcanzó a ver, era que el plan original de detener a Arana y expatriarlo iba a desembocar en su asesinato.

Ente los hombres que participaron, la mayorí­a de ellos estaba más para matarlo que para apresarlo y aún con las versiones que han variado entre conocidos autores, en lo personal hablando con gente informada de esa época, creo que la orden del dí­a fue: vean si lo pueden detener y traerlo, si se opone hagan lo que crean necesario. Quienes participaron eran definitivamente gentes de Coronel Arbenz: el mencionado Mayor Martí­nez Estevez, el teniente Carlos Bracamonte, su ayudante personal, Carlos Palmieri, Francisco Morazán otro de sus pistoleros, Luis Siechavizza, el mayor Enrique Blanco, Héctor Castañeda y Julián Polanco, ninguno de ellos puede haber estado al margen de la orden que traducida significaba traerlo vivo o muerto.