El sábado 16 de julio el coronel Francisco Javier Arana visitó al presidente Arévalo en Casa Presidencial y le comunicó que había sido informado que el jefe de la Fuerza Aérea, Coronel Francisco Cosenza, hombre de confianza del Coronel Arbenz, había ocultado un lote de 400 fusiles nuevos con su respectiva munición enviados por el presidente Figueres, de Costa Rica, armas que habían pertenecido a la Legión del Caribe. Cosenza, le dijo: «Los ocultó en el chalet presidencial El Morlón, en Amatitlán, sin informarle nada». Le indicó airado que iría a recoger las armas y que destituirá a Cosenza, como así lo hizo. En el mes de junio de 1961 encontrándome en Río de Janeiro en una misión de la AEU, el Coronel Cosenza, quien era Embajador de Guatemala en Brasil, me invito a almorzar con él en su apartamento cercano a la Playa de Ipanema. Hablando de hecho, me confirmó que recogió las armas por orden del coronel Arbenz con conocimiento de Arévalo.
Volviendo al punto, ese día 16 de julio, lo dicho por Arana avivó las brasas del fuego entre los círculos de poder: Presidencia, Ministerio de la Defensa, Congreso y Partidos Políticos afines. Se discutió qué hacer con Arana, que según unos complotaba para dar un Golpe de Estado ante la seguridad que perdería la elección del Consejo Superior de la Defensa ese domingo 17 y dejaría de ser jefe de las Fuerzas Armadas, lo que le impediría triunfar en la elección presidencial en noviembre del año siguiente, utilizaría esas armas, según sus críticos para armar a sus correligionarios civiles. Se habló de un Decreto del Congreso para destituirlo y también de exiliarlo a Cuba confiado a Prio Socarrás, otras voces sugerían eliminarlo físicamente.
El lunes 18, Arana salió para Amatitlán a recoger las armas y antes que él una «comisión» que iba con el fin de impedir que regresara con ellas. Cargó las armas en unos camiones de la Fuerza Aérea y se dispuso a regresar a la capital. En la orilla izquierda del Puente de la Gloria, una estructura semicolonial de una sola vía en forma de jiba se encontraba el Restaurante Maya propiedad de don Max Bendit, un emigrante alemán. Contaba éste que los hombres que esperaban a Arana, estuvieron tomando y comiendo algo desde antes de las nueve de la mañana, luego un automóvil fue atravesado en el puente para obligar a detener el paso, mientras otro vehículo esperaba con un grupo de hombres, entre ellos reconoció al Mayor Alfonso Martínez Estevez, diputado y personaje del Gobierno. El grupo seleccionado había salido ese día de Guatemala por órdenes del Coronel Jacobo Arbenz y con conocimiento del presidente Juan José Arévalo, aunque éste en su libro Despacho Presidencial habla como que si él no estuviera en la trama. Lo que probablemente Arévalo no alcanzó a ver, era que el plan original de detener a Arana y expatriarlo iba a desembocar en su asesinato.
Ente los hombres que participaron, la mayoría de ellos estaba más para matarlo que para apresarlo y aún con las versiones que han variado entre conocidos autores, en lo personal hablando con gente informada de esa época, creo que la orden del día fue: vean si lo pueden detener y traerlo, si se opone hagan lo que crean necesario. Quienes participaron eran definitivamente gentes de Coronel Arbenz: el mencionado Mayor Martínez Estevez, el teniente Carlos Bracamonte, su ayudante personal, Carlos Palmieri, Francisco Morazán otro de sus pistoleros, Luis Siechavizza, el mayor Enrique Blanco, Héctor Castañeda y Julián Polanco, ninguno de ellos puede haber estado al margen de la orden que traducida significaba traerlo vivo o muerto.