Melincué es un pueblo que rechazó el olvido y, atormentado por dos cuerpos encontrados en plena dictadura argentina (1976/83), buscó la verdad hasta identificar al francés Yves Domergue y a su novia mexicana, Cristina Cialceta.
La niebla del invierno austral se levanta sobre el pueblo de 2.400 habitantes enclavado en la rica pampa húmeda, a 340 km al noroeste de Buenos Aires. En pocas horas, su historia será difundida en todas partes.
En la sala de profesores del colegio de educación media, Juliana Cagrandi, 48 años, está emocionada. Se prepara para viajar a Buenos Aires junto a un puñado de ex alumnos para asistir a la ceremonia en la que la presidenta Cristina Kirchner anunciará que estos desaparecidos, víctimas del terrorismo de Estado, han sido encontrados.
«Nosotras teníamos 15 años en esa época. La gente decía «pobres chicos». Alguien siempre les llevaba flores», recuerda Cagrandi. El descubrimiento en 1976 de esos dos cuerpos brutalmente tratados y acribillados a la vera de la ruta que lleva al vecino pueblo de Carreras, no la abandonó nunca.
Es por ello que en 2003, esta profesora de í‰tica Ciudadana pidió a sus alumnos del último año trabajar sobre el tema. «Piensen que estos dos jóvenes tenían la edad de sus hermanos mayores», les dijo para entusiasmarlos.
«Nosotros nacimos en 1986, en democracia», explica una de sus ex alumnas, Jacqueline Rasera, 24 años. «Esto es inimaginable para nosotros, algo abstracto. Los horrores que nos contaban eran de otra época», señaló.
Pero los estudiantes se apropiaron de la historia. «Este informe nos abrió la cabeza. Ahora esto forma parte de nuestra historia», dijo Alejandro Ceppi, otro ex alumno de 24 años, «gratificado porque un trabajo escolar adquirió tal magnitud».
Entregaron el informe a las Abuelas de Plaza de Mayo, que buscan a sus nietos desaparecidos, y dos años después lo presentaron en la secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe, su provincia.
Paralelamente, la investigación se había reabierto. «Presenté un escrito hasta lograr que viniera un fiscal federal», dice el abogado Rogelio D»Angelo, 64 años, frente al tribunal de Melincué, ubicado a algunas calles del colegio.
«No veo la hora de ver a los padres llevarles una flor a sus hijos», agrega este hombre que reimpulsó el expediente judicial en 2000.
A su lado, Jorge Basuino, 61 años, ex sumariante de justicia que instruyó la causa en 1976, también está emocionado.
«Yo tuve siempre la esperanza que apareciera algún familiar. Por eso siempre se cuidó el expediente», dice, y asegura que él era uno de los que siempre llevaba una flor a las dos tumbas sin nombre.
El expediente podría haber sido destruido al cabo de 20 años, pero fue preservado: los crímenes de lesa humanidad no prescriben.
El cementerio del pueblo también estuvo a punto de desaparecer, inundado por las aguas de la laguna de Melincué entre 2001 y 2004.
Cuando las aguas se retiraron todas las marcas se habían borrado y sólo los empleados del cementerio sabían el lugar exacto donde habían sido enterrados los cuerpos de esos dos jóvenes.
El espacio donde descansaban se destaca por el color verde más fuerte que el resto del césped amarillento del invierno. La vegetación volvió a crecer más tupida sobre la tierra removida tras la exhumación, que tuvo lugar en junio de 2009.
El 5 de mayo de 2010, los antropólogos argentinos anunciaron al hermano de Yves Domergue, Eric, que el ADN dio positivo.
«Cuando Eric me anunció la confirmación casi me desmayo», confiesa Beatriz Buitron, 69 años, parada en el lugar donde su padre, Agustín, encontró los cuerpos el 26 de septiembre de 1976. El molino de agua sigue allí, pero el campo de producción ganadera se transformó hoy en un sembradío de soja.
«El murió en 1993 pensando que nunca sabriamos qué había pasado con estos chicos», dice Buitron conmovida.
Los restos de la mexicana Cristina Cialceta y del francés Yves Domergue, desaparecidos en la dictadura argentina, fueron identificados tras pasar 34 años enterrados sin nombre en el cementerio de un poblado a 340 km de Buenos Aires, anunció hoy el hermano de una de las víctimas.
«Encontramos a mi hermano y a su novia. Fueron identificados. Después de 34 años de desgracia, sentimos alivio por encontrarlos y también por saber que sobrevivieron poco y nada en mano de los asesinos», dijo Eric Domergue, de 54 años, el único de la familia que vive en Argentina.
La presidenta Cristina Kirchner encabezará el miércoles un homenaje a las víctimas en la Casa Rosada.
«Todo homenaje es merecido, por lo que fue, por lo que luchó. Qué esto sirva, que por un instante Yves represente a los 30.000 desaparecidos» de la dictadura (1976/83), según cifran los organismos humanitarios, dijo emocionado el hermano.
Los cuerpos de Yves, uno de los 18 franceses víctimas del terrorismo de Estado, y Cristina, una de las dos mexicanas desaparecidas, estaban en el cementerio público de Melincué (340 km al noroeste), un pueblo rural de 2.400 habitantes en la provincia de Santa Fe (centro-este).
Habían sido enterrados allí sin identificar, el 29 de septiembre de 1976, tres días después de que Agustín Buitrón, el dueño de un campo cercano, ya fallecido, los encontró acribillados a la vera de una ruta rural.
Tras décadas de búsqueda, el círculo se cerró gracias a pobladores de Melincué, entre ellos un ex empleado judicial, Jorge Basuino (61), que protegió el expediente a través del tiempo, y a la profesora Juliana Cagrandi (48) que en 2003 instó a sus alumnos de último año de la escuela media a investigar este caso.
Tras realizar el trabajo, estudiantes y docente no cesaron en su empeño hasta ser escuchados en la secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe, que finalmente investigó la existencia de los dos y encontró coincidencias con el caso de Yves.
El 5 de mayo pasado Eric Domergue tuvo la confirmación de que uno de los cuerpos era el de su hermano y hace dos semanas el juez de Melincué, Leandro Martín, 34 años, le anunció oficialmente la identificación de la pareja.
Yves Domergue, nacido en 1954 en Francia, era el mayor de nueve hijos de un matrimonio francés muy católico que se instaló entre 1959 y 1974 en Argentina.
Estudiante de ingeniería, Yves Domergue militó en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT, guevarista), brazo político de una de las organizaciones guerrilleras de los 70.
Habitualmente viajaba a Rosario (310 km al norte), donde conoció a Cristina, nacida en México en 1956 pero que vivía allí con su madre argentina.
Desde Rosario, Yves le envió la última carta a Eric, a mediados de septiembre de 1976.
«Hay que situarse en la época, estábamos en dictadura. Para cuidarme, él podía ubicarme a mí pero yo no a él y teníamos un sistema de citas. Yves se iba unos días pero siempre regresaba, hasta que un día no volvió más», recuerda el hermano.
Durante dos meses Eric fue una y mil veces a los lugares habituales de encuentro, esperó en vano hasta que, ante lo inevitable, denunció la desaparición y partió a un exilio obligado del que volvería recién en 1983.
Su padre, Jean (80), presentó tres habeas corpus, hizo denuncias internacionales y formó la asociación de familiares de franceses desaparecidos.
Yves y Cristina fueron secuestrados en Rosario, pero nunca se tuvo rastro del paradero ni testimonios de sobrevivientes que los hubieran visto en un centro de tortura y muerte.
«Era como si a Yves se lo hubiera tragado la tierra», decía Eric antes de que un inesperado hilo conductor lo llevara a Melincué.