El 13 de diciembre del año pasado, Víctor Ferrigno denunció que en Radio Universidad se daría el cierre de tres programas y de la emisión del mediodía, con el consiguiente retiro del equipo de periodistas encabezados por Marielos Monzón y Gabriel Mazzarovich. Los señalamientos se difundieron en la radiodifusora Carolina.
En diciembre se malograba el tercer proyecto emprendido por Monzón, en que había colaborado Ferrigno. Antes, el eferregista Luis Rabbé les cerró las puertas de Radio Sonora. Después, el mayor Archila Marroquín también hizo lo propio. En los dos últimos casos, era previsible ese tipo de censura, proveniente de empresarios intolerantes, pero, según Víctor, «sí indigna y subleva que en la Carolina, en la Tricentenaria Universidad de San Carlos, puedan más los enanos intelectuales y los eunucos políticos, que los periodistas democráticos. […] Quienes defendemos la autonomía universitaria y sus fines, sabemos que en materia académica debemos abogar por la excelencia, en materia política debemos pugnar por la democratización interna y en la cruzada contra la corrupción debemos luchar contra la burocracia improductiva.»
Al final, no hubo cierre ni censura y quedaron los insultos de Víctor. Marielos Monzón y Miguel íngel Albizúrez publicaron artículos para quejarse del nuevo atentado contra la libre expresión de periodistas democráticos. No hubo aclaraciones ni disculpas, como una contribución más de los adversarios de la Universidad de San Carlos, a la cual acusan de refugio dorado de la mediocridad y el inmovilismo.
Es un contrasentido emplear la violencia verbal en nombre de la democracia. Este equívoco es posible cuando lo alimenta otro error más grave y menos visible: sostener que la universidad debe ser, en sí misma, democrática. La democracia es un régimen político por el cual los gobernados eligen a los gobernantes, pero, ¿acaso esa definición debe aplicarse también a las instituciones que alberga la república? La Universidad de San Carlos es una entidad democrática, porque sostiene la forma democrática de gobierno. Pero, que lo sea en este sentido, ¿la obliga también a ser democrática en su propio interior?
Democracia no es lo mismo que democratizar todo lo que haya dentro de la democracia. El democratismo es refutable por vía del absurdo. La familia, por ejemplo, ¿debe ser democrática? ¿Una mayoría de tres hijos, puede imponerse a la minoría de dos padres? ¿Una minoría de los empleados de una universidad, por muy autónoma que sea, manda sobre las autoridades académicas, electas en procesos democráticos? Si nuestra sociedad es macrodemocrática en cuanto a la elección de sus gobernantes, no por ello está formada por la suma de microdemocracias en otros planos de la vida social.
¿Es democrático respetar las leyes? Si seguimos el reclamo de que la autonomía universitaria es superior al ordenamiento jurídico interno del país, no habría que revisar la situación de Gabriel Mazzarovich, democrático periodista uruguayo, quien ejerce funciones de coordinación periodística que la Ley de Emisión del Pensamiento le veda a los extranjeros. Eso sí, al aplicar el «democratismo» de Víctor Ferrigno, no se consolida la democracia. Implica que cada quien, convencido de sus méritos o derechos adquiridos en la Universidad, haga lo que le venga en gana.