En el primer artículo escribí sobre el carácter ejemplar para los pueblos de Nuestra América y de otras partes del mundo de dicha Revolución, y también por los cambios estructurales profundos que determinaron la eliminación de la explotación de las grandes mayorías de población por parte de la burguesía isleña, y por el dominio del imperialismo estadounidense. Además, me referí a la amistad que nos unió al prócer Ernesto Guevara (el CHE), y a mí, a su solidaridad con el pueblo de Guatemala, durante los días de la intervención armada por parte del imperio yanqui, en junio de 1954, y, posteriormente, nuestras relaciones en el exilio, en México D. F. y a la oportunidad que tuve, con mi familia, de tenerle como huésped en nuestro hogar para brindarle seguridad, con motivo de la persecución de la Policía Federal de México por su vinculación con el grupo guerrillero cubano, dirigido por Fidel Castro.
En este artículo relataré cómo conocí de cerca el proceso revolucionario cubano, durante mi convivencia con el pueblo de la Perla de las Antillas, en el período de finales de 1973 a 1980. Después del intento de secuestro y de asesinato de mi persona por un escuadrón de la muerte del gobierno del presidente Carlos Arana Osorio, el 30 de noviembre de 1970, y de una hospitalización de cinco meses, tuve que salir del país, el 8 de mayo de 1971, habiéndome brindado asilo político el Gobierno del presidente Salvador Allende, habiendo vivido en Chile hasta el golpe militar de los fascistas pinochetistas.
A continuación, daré testimonio con base en mi experiencia, de cómo se vive en Cuba:
PRIMERO. VIVIENDA.- E1 gobierno de la Revolución Cubana nos acogió a miles de personas que salimos de Chile. Nos recibió demostrando su auténtica vocación humanitaria, pues en esos días se estaba terminando la construcción de una serie de edificios de departamentos habitacionales y, el Comandante Fidel Castro les planteó a los colectivos de trabajadores inquilinos de esos inmuebles que si estaban de acuerdo en destinar un piso de cada edificio para que pudieran vivir ahí las familias procedentes de Chile y ellos estuvieron de acuerdo, y se nos alojó, sin tener que pagar renta alguna. Y, así mismo, viven las familias cubanas, la mayor parte de ellas propietarias de sus casas.
SEGUNDO. TRABAJO. Yo trabajé en la Empresa de Carne y Grasas Comestibles, del Ministerio de la Industria de la Alimentación, con la responsabilidad de organizar la creación de un departamento jurídico, del cual carecía y, además, de supervisar el cumplimiento de la legislación laboral socialista en las 120 fábricas de la Empresa en las distintas provincias de la Isla.
El director de la Empresa, Bartolomé Yara, me envió al Ministerio de la Alimentación para que conociese la legislación cubana laboral y administrativa concerniente a las actividades de la Empresa y, bajo la dirección de las doctoras en Derecho, Yolanda Ariosa y Marta Larrondo, en cuatro meses de investigación y estudio, logré fichar la legislación laboral vigente, en un tarjetero-archivo, labor que fue apreciada por mis Directoras y por el ministro Naranjo, quien acordó designarme asesor técnico del Ministerio, pero el Director de la Empresa, Yara, reclamó mis servicios por ser del personal a sus órdenes y el Ministerio revocó mi nombramiento y volví a la Empresa.
Y, una vez montado el Departamento Jurídico, cumplí con el deber de inspeccionar el cumplimiento de la legislación de trabajo en todas las dependencias de la Empresa, recorriendo la Isla desde Pinar del Río hasta Guantánamo. Y comprobé que era estricto su cumplimiento, así como la disciplina laboral
El esfuerzo por mí realizado para trabajar responsablemente, al igual que todo aquel que así actuase, fue reconocido, tanto por la administración de la Empresa como por el Sindicato de la misma, otorgándoseme la categoría del Mejor Trabajador Técnico. Distinción que estimulaba al trabajador, a prestar sus servicios lo mejor posible.
El director Yara, sabiendo que en Guatemala había sido catedrático universitario, me pidió fuese profesor de ciencias jurídicas y sociales de los trabajadores jóvenes de la Empresa y acepté gustoso, pues para mí esa designación era un reconocimiento más a la calidad de mis servicios, como asimismo se procedía con los trabajadores eficientes.
No obstante, las buenas condiciones de trabajo en la Empresa de Carnes, renuncié porque había llegado a Cuba mi esposa María Teresa Carrillo, y se me abrió la oportunidad de prestar mis servicios en el Ministerio de Justicia, en donde ya no tendría que salir de La Habana como sí lo tenía que hacer en la Empresa del Ministerio de la Industria de la Alimentación.
En el Ministerio de Justicia se me nombró en la Dirección Jurídica. (continuará)