Medidas sustitutivas


Ante la pantalla cotidiana los habitantes de nuestra Guatemala irredenta quedan perplejos por los fallos judiciales, signo evidente y prevaleciente para exclamar: «Qué injusta es la justicia». De verdad, antes nunca visto, y por lo tanto con el señalamiento de existir una diferencia abismal, entre una y otra cosa recurrente.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

El o los genios responsables de dicho mecanismo muy en boga, descubrieron algo merecedor de ganarse más que un loteriazo, en su premio gordo, con resultados de gamonalidad asombrosa. Lo demás, ni siquiera lastima su conciencia aletargada, tampoco les afectan escrúpulos en serie ubicados en el olvido. Eso y mucho más brillan por su ausencia.

A tiempo de ser realidad tal aplicación deleznable y repudiable, también hiere los sentimientos de la población honrada y motiva más y más desesperanza. Una vez representa en la actualidad lo común y corriente, la prosecución hasta vergonzante no tiene valladares, al contrario acapara seguidores dispuestos a vencer su alma al diablo.

Me refiero a los ahora llevados y traí­dos arrestos domiciliarios, a la orden del dí­a, siempre y cuando poderoso caballero es don dinero, satisfaga sumas cuantiosas, bajo escotilla. Resultante viene a ser el hecho innegable de andar libres por la calle quienes cometen ilí­citas. Todo calificativo posible se queda corto.

De sobra es sabido el caso repetido varias veces cómo hasta altos ex funcionarios, el discutido ocupante del sillón presidencial, Alfonso Portillo recibieron a la velocidad de la luz la medida en mención. Previa a fianza inclusive de millones, solamente deben presentarse semana a semana a firmar de su puño y letra el libro respectivo.

Y al abrirse la puerta de dos bandas y sin rechinos, por ella entran y luego salen otros peces gordos, beneficiados muy campantes del fallo equivalente a disfrutar de libertad: La suspicacia colectiva aunque en voz baja, pero mordiéndose la lengua por la cólera justificada, señala la circunstancia de ser un plan bien orquestado.

Pero volvamos a repetir lo lamentable consistente en diversas muestras, a modo de ensalada de casos en serie, mismos indudablemente representativos de constituir la verdadera situación de qué injusta es la justicia. Inclusive el hombre de la calle perspicaz y con solo dos dedos de frente hace el análisis y por ende arriba a conclusiones.

Veamos, si concierne a gente pobre, distante del tráfico de influencias, redondo, y al término de la distancia va de patitas a prisión, ni vuelta de hoja. Bajo la acusación (sin la presunción de inocencia) de haberse robado unos panes, cuando mucho una gallina de patio en las áreas marginales, adonde se vive la realidad del inframundo.

La sucesión de casos y cosas relativas a los grandes cabezones que hoy hasta se presentan por su propia voluntad, distantes de temor y de guardar prisión, amansó a algunos sectores poblacionales. En tanto el resto mayoritario se resisten a conformarse con los resultados palpables, por obra y gracia de las tristemente famosas medidas sustitutivas.

Sin embargo, queda corroborado, de nuevo, la situación dominante de ser así­ la vida en el paí­s. No obstante, los innumerables cuestionamientos, protestas, manifestaciones y plantones como a veces encerronas en balde. La simbólica balanza llegará el momento que la señora de los ojos vendados, opte por soltarla en definitiva.

Los fallos judiciales, todos lo saben, favorecen a polí­ticos de alto coturno, fiscales, oficiales y policí­as involucrados en la odiosa corrupción. Si mucho es decir, obtienen penas mí­nimas, cuando no fianzas mí­nimas. Y lo que se volvió tema del dí­a y mecanismo facilitador son los arrestos domiciliarios. ¿Qué tal real?