McIlroy rompe con todo


Rory McIlroy, golfista norirlandés, participa en el segundo dí­a del abierto británico, el que se aplazó por el mal clima. FOTO LA HORA: AFP ADRIAN DENNIS

Los genios son genios también por las circunstancias que rodean sus acciones. Por el tiempo, el lugar y los rivales ante quienes llaman a la puerta de la historia. Rory McIlroy es un joven norirlandés de 21 años.


Tiene el pelo rebelde y rizado, acné y en absoluto pinta de deportista de élite. Pero es lo que los popes del golf llaman un genio en potencia. Su swing es lo más parecido al movimiento natural de andar. Sólo Ballesteros, Woods y Mickelson han sido más precoces que él en ganar en el circuito estadounidense. Hasta ahí­ su DNI. Ahora, las circunstancias. El lugar es Saint Andrews, la academia del golf: los últimos ganadores han sido Nicklaus, Ballesteros, Daly, Faldo, Woods.

El momento, cuando se cumple siglo y medio del Open Británico. Los rivales, Woods, Mickelson, Watson, Harrington. Entre el público, Player y Palmer. El contexto engrandece a McIlroy, que ayer, en la apertura del Open, se marcó una tarjeta de 63 golpes, nueve bajo el par, la mejor primera vuelta con mucha diferencia en 150 años, la mejor apertura de un grande, la mejor ronda en un major, a la altura entre otros de Nick Price en 1986 y Greg Norman en 1996 en el Masters; y Player en 1984, Olazábal en 2000 y Woods en 2007 en el PGA. Dio la impresión de que para McIlroy fue coser y cantar. Siete birdies y un eagle, en el hoyo nueve, casi todas las calles en su diana. El pequeño jugador es la naturalidad del golf en persona. Curioso, McIlroy ni siquiera pasó el corte en los dos grandes anteriores este año.

Fue como un abanico generacional. Mientras McIlroy, el futuro, rebajaba su tarjeta, otros dos ilustres andaban tras sus pasos. El fantasma del pasado serí­a John Daly, un anárquico de la vida y el golf. El miércoles, en la foto oficial de los campeones, era el único con una chaqueta hawaiana entre toda la etiqueta. Y ayer, vistiendo bermudas floreada, dio una lección de tee a green, seis bajo el par, y eso que se llevó a casa una buena colección de corbatas. A ver quién se rí­e ahora del bueno de Daly.

El presente, sí­mbolo de los tiempos que corren, es Woods, claro, que debió de acabar contento con su nuevo putter, firmado por Nike, y al que sacó brillo en un par de golpes de media distancia: cinco bajo el par. Está claro que El Tigre no piensa permitir que un niño como McIlroy le coma el terreno. Ambos, tan diferentes entre sí­, su apariencia, su juego, su vida, comparten el amor a Saint Andrews. Tiger porque se llevó la jarra de plata las dos últimas veces que el Open visitó la universidad escocesa; McIlroy, porque aquí­ aseguró su tarjeta como profesional y siempre firma bajo el par en la campiña. Woods tení­a 21 años cuando ganó el Masters de 1997, el primero de sus 14 grandes. Y 21 tiene McIlroy.

El flechazo con Saint Andrews también alcanzó a un españolito, un debutante no ya solo en el Open, sino en un grande, Alejandro Cañizares, hijo de José Marí­a Cañizares, un madrileño de 27 años, forjado en la cantera universitaria de California, segundo este año en Francia tras Jiménez, un primerizo que anoche se veí­a en la luna con siete birdies, cara a cara con Woods.

Primera jornada: 1. R. McIlroy (Irl. N.), 63 golpes. 2. L. Oosthuizen (Sur.), 65. 3. J. Daly (EE.UU.), A. Coltart (Esc), S. Tiley (Ing.), B. Dredge (Gal.), S. Hanson (Sue.), 66. 8. T. Woods (EE UU) y A. Cañizares, 67. 31. I. Garrido, 69. 59. S. Garcí­a, 71. 74. G. F. Castaño, A. Quirós y M. í. Jiménez, 72. 153. J. M. Lara, 80.