Matando la conciencia


César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

Cierto hombre tení­a un perro muy hermoso que despertaba la admiración de cuantos lo veí­an.

Un dí­a, un visitante que vio al animal expresó abundantes elogios y la alegrí­a que serí­a para él tener un perro tan fino como el de su anfitrión, a lo que éste respondió:

-Si a usted le gusta tanto el perro se lo regalo. A mí­ no me sirve de nada porque no ladra.-

-¡Cómo!, dijo el visitante, ¿un perro que no ladra?-

-No. señor, no ladra en absoluto.-

Le refirió entonces la historia del bello animal, cuya antigua dueña habí­a sido una dama de muy mal genio que no podí­a soportar que el perro ladrase y para que no lo hiciera le pegaba en la cabeza con un bastón cada vez que lo intentaba, hasta que por fin el pobre can se quedó completamente mudo.

Eso es lo que muchas personas han hecho con su conciencia; de tal modo la han golpeado con sus constantes faltas y han logrado acallarla de tal manera, que ya no les advierte de sus malas acciones.

Es nuestro deber mantener viva la voz de nuestra conciencia, a través de la cual se manifiesta la voz de Dios para alejarnos del camino equivocado.

Una buena conciencia por sí­ sola es

superior a la ley.