Elemental deducción: ante el creciente parque vehicular, proliferan talleres en la ciudad capital, con fines que todos sabemos. Los hay para intereses, necesidades, gustos y también bolsillos, a manera de satisfactores en la misma línea antes mencionada, y algo más, dicen ahora.
jddrojas@yahoo.com
Cualquier vehículo rodante en nuestras vías reducidas en sus espacios a causa de la discutida infraestructura vial recién estrenada (Transmetro), llegado el momento presentan depreciación e irregularidades de toda índole, circunstancia obligada para recurrir a la oferta de servicios.
El desaforado parque vehicular devino, obviamente, en la creación de más fuentes de trabajo, que posibilita ocupación de mano de obra calificada y semicalificada. En pocas palabras abrió la puerta de par en par a la economía informal incluso, no digamos a técnicos en la materia.
Los hay formales en el amplio término del ramo y sus especialidades, con el auxilio de maquinaria y equipo de alta tecnología, como pequeños y hasta improvisados en calles y aceras citadinas. No faltan los democráticos «pinchazos», cremalleras y similares dondequiera y cualquier hora.
Asimismo, amerita mencionar el hecho que el aludido parque vehicular circula con modelos antiguos, carcachas y pichirilos para utilizar expresiones en buen chapín. Sus propietarios piensan y repiensan deshacerse de ellos por cuanto la crisis económica actual impide otra opción.
Respecto a los talleres callejeros existe inconformidad y descontento, originado por molestias al vecindario, por ejemplo: ruido y suciedad que ocasiona su funcionamiento. Va en deterioro del ornato y en perjuicio de la salud orgánica y mental, pero Tu Muni no interviene para nada.
En relación al caso aquí comentado resulta observable con facilidad la actitud competitiva infaltable que de inmediato tiene presencia, por obra y gracia de la tendencia al caer en la deslealtad. Bajo la consigna vieja de: taller visto, no hay que dejarle el campo libre.