Los pilotos y los equipos médicos militares de la principal base estadounidense en Afganistán se preparaban hoy para afrontar las consecuencias del envío de 30.000 soldados norteamericanos suplementarios: un alza probable del número de muertos.
Ayer, el presidente estadounidense Barack Obama anunció el envío de refuerzos en el marco de la nueva estrategia, para enfrentar una insurrección que gana terreno y se hace cada vez más mortífera, ocho años después del derrocamiento del régimen de los talibanes. Al día siguiente, sus aliados en el seno de la OTAN prometieron contribuir con 5.000 hombres más.
«Treinta mil soldados de refuerzos son treinta mil blancos suplementarios», destacó el coronel estadounidense Joseph Chozinski, responsable del principal hospital de la base de Bagram, a unos cincuenta kilómetros al norte de Kabul.
Al menos 486 soldados extranjeros murieron en Afganistán en 2009, de los cuales 300 estadounidenses.
En 2008 habían muerto 295 soldados de las fuerzas internacionales.
Al mismo tiempo, el número de soldados extranjeros pasó de 60.000 en 2008 a 112.000 en diciembre de 2009, en el seno de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) de la OTAN y de la coalición bajo comandancia estadounidense de la operación «Libertad inmutable» («Enduring Freedom»).
Más de 60% de los soldados muertos han sido víctimas de los temibles IED, (Improvised Explosive Devices, artefactos explosivos improvisados) como se denomina en la jerga militar a las bombas de fabricación caseras que estallan al paso de los convoyes y patrullas.
Laila Coles, enfermera del ejército estadounidense, conoce bien el resultado de las explosiones de los IED. «Casi siempre uno de estos ataques significa la pérdida de miembros», superiores o inferiores, relató.
La más joven víctima que le tocó atender era un muchacho afgano de 14 años, probablemente herido cuando colocaba una bomba al borde de un camino.
Las fuerzas internacionales afirman que los talibanes entregan hasta 200 dólares a los aldeanos miserables, es decir casi un año de salario promedio de un afgano, para que coloquen esas bombas.
Los soldados más gravemente heridos son inmediatamente transportados hacia base estadounidense de Ramstein en Alemania.
Y aún cuando los ataques con IED se multiplican, «no sabemos todavía como atender eficazmente todos los tipos de heridas», reconoció el coronel Joseph Chozinski.
El empleo cada vez más frecuente de las IED, que se agrega a una red caminera muy limitada y a un relieve muy montañoso, obliga a las fuerzas internacionales a utilizar el transporte aéreo, más caro, pero más seguro, tanto para el traslado de personal como para la distribución de enormes cantidades de alimentos, municiones y material logístico necesario para el cuerpo expedicionario.
La fuerza aérea estadounidense transportó en los últimos doce años un promedio de 1.000 soldados, civiles, muertos y heridos diarios en Afganistán. En 2007, este puente aéreo había costado 388,4 millones de dólares a Estados Unidos. A mediados de noviembre, el costo para el año 2009 alcanzaba ya a los 799,9 millones de dólares.
El martes, el presidente Obama reconoció que el envío de los 30.000 soldados de refuerzos iba a aumentar en 30.000 millones de dólares el costo de la guerra para los contribuyentes norteamericanos. Es decir un millón de dólares por soldado.