Más papistas que el Papa


Si en algo cabe la expresión de que los chapines somos más papistas que el Papa es en la cuestión económica porque siendo un paí­s con tan graves contrastes y elevados í­ndices de miseria, pretendemos ser más abiertos al libre mercado que el mismo paraí­so de la economí­a libre, como es Estados Unidos.


Hoy mismo, cuando la economí­a norteamericana da tantos tumbos que requiere un plan de rescate de miles de millones de dólares, los expertos coinciden en que han fallado los sistemas de regulación y control y que eso dio lugar a muchos abusos y especulaciones. Pero si en Estados Unidos, donde la población goza de mejores niveles de educación y hay más facilidades para estar debidamente informado, ocurre que el consumidor se encuentra en realidad en tal desventaja que hace falta la conformación de entes reguladores, cuánto más en un paí­s como el nuestro donde no se puede hablar del consumidor organizado sino simplemente del que como borrego tiene que caer muerto con los artí­culos esenciales.

Claro está que la debilidad del Estado, producto del constante bombardeo ideológico para destruirlo, facilita el imperio de los oligopolios y por ello es que consideramos insensata la actitud de hablar de dejar la economí­a librada simplemente a las fuerzas del mercado. Lo que tienen que entender los que promueven la libertad económica es que los abusos que se cometen terminan hartando a los pueblos y que en vez de pasar por una etapa de cierta regulación, se producen movimientos para generar la intervención directa y hasta grosera del Estado como consecuencia natural y respuestas a los desmanes que se cometen.

En Guatemala no existe la libertad económica sino que se promovió el libertinaje económico y si no se aceptan los lógicos mecanismos de control que en todo el mundo funcionan, tarde o temprano veremos que el determinismo de la historia nos llevará al otro lado del péndulo. Y no será como consecuencia de actitudes radicales de enemigos de la libertad, sino resultado de las actitudes de abuso radical de los que dicen promover la libertad económica.

Que vean el espejo del paraí­so tan admirado, el centro de la actividad económica libre en el mundo, para entender que la regulación es absolutamente indispensable y sólo así­ podrán preservar la libertad que supuestamente tanto añoran. Si en una economí­a tan grande como la norteamericana hay también posibilidad de abusos y por lo tanto se imponen regulaciones para evitarlos, cuánto más en una economí­a pequeña pero desequilibrada como la nuestra. Por ello es que no podemos ser más papistas que el Papa.