«El desarrollo de un país no puede plantearse al margen de la equidad.»
Si me preguntan ¿por qué más mujeres en la política? La primera respuesta que siempre me viene a la mente es: por justicia. Pero no cabe duda que el tema es más complicado que eso: estamos hablando de una palabra poco comprendida por estos rincones del planeta: la paridad. Los dispositivos que se activan para impedir la paridad son muy efectivos y se disfrazan de pretextos, como la bien ponderada «meritocracia» (que las mujeres entren a la política por mérito y no por ley. Asunto obvio que debió de aplicarse a los hombres que hoy están en el poder). Estos dispositivos básicos funcionan sistemáticamente para justificar actitudes discriminatorias por parte del Estado y sus pobladores, y suelen disfrazarse de acciones, valoraciones y prácticas que, de muchas maneras, justifican dominación y agresión. Entre ellos: la marginación, el machismo, la omisión, la invisibilización, la burla, los prejuicios, la segregación, la exclusión, la homofobia y los estereotipos, entre otros.
Hechos, por cierto, que la mayoría niega, porque muchas veces ni tiene el conocimiento para identificarlos. Lo que sí, es que estos flagelos se reproducen y funcionan con dinámicas bien enraizadas en nuestra sociedad. «Todos somos iguales», dicen muchos, pero basta con asomarse por la ventana que nos induce a la realidad, para concluir que la cosa no funciona de esa manera. Que al final de cuentas, al final de gobiernos, de siglos, no hemos logrado comprender que el desarrollo de un país no puede plantearse al margen de la equidad.
Basta con pasar rápidamente una ojeada por los gabinetes de gobierno, por las juntas empresariales, por los grupos organizados de casi toda índole, para concluir que aún estamos bajo los dientes del subdesarrollo, y que seguimos obstinados en negarnos a vivir una democracia tal cual debe de ser: paritaria. Es muy fácil percibir el rechazo de tantos a un sistema de cuotas o de acciones compensatorias. Nos guste o no, tendremos que trabajar porque la reforma a la ley electoral, por ejemplo, favorezca la equidad y la participación igualitaria. A la fecha, muy pocos partidos políticos responden a este oficio humano y sus esfuerzos aún son insuficientes. Bueno, quizá estén a tiempo de enmendar la plana. La buena noticia, es que esta vez aparecen más rostros de mujer como posibles candidatas a la vicepresidencia o a la presidencia (sean de su agrado o no), tremendo avance, pero no olvidemos el poder local, el poder en el Congreso y en otros espacios que a la larga son, en su conjunto, quienes construyen país.
Las recientes encuestas electorales han tomado importancia en una contienda ilegalmente anticipada. Si fuera cierto el dicho de que son como una fotografía, ¿cómo aparecemos las mujeres en ella?, ¿será que las mujeres están dispuestas a votar más por mujeres?, ¿cuántos hombres votarían por mujeres? Sería fabuloso que los medios divulgaran este resultado dentro de sus publicaciones, porque tengo la impresión que ahora el electorado guatemalteco se encuentra en mejor disposición de entender la paridad que los propios partidos políticos, ¿o no?