Más lecciones de las elecciones 2007


Aunque quizás lo más apropiado en estos momentos serí­a referirse al fenómeno musical que ha despertado un renovado aire de autoestima nacional, tan difí­cil de identificar y más aún de generar, con lo ocurrido ayer en el triunfo del joven intérprete guatemalteco Carlos Peña, estimo sin embargo, necesario volver a esta otra imagen de nuestra realidad nacional. Si polí­ticamente se pudiera generar esa sinergia para promover cambios estructurales y consolidar la democracia en algo más allá de lo puramente electoral, el salto que darí­amos serí­a mucho más que notable. Pero eso dista mucho de concretarse en breve.

Walter del Cid

La propaganda polí­tica como instrumento para hacerse notar está ahora en manos de una acentuada cultura mediática. Las pancartas, los afiches, las vallas, las pintas en carreteras y piedras (por sí­ solas) no dicen mayor cosa. Se han reafirmado como lo que siempre han sido: complementos de la estrategia de campaña. De igual manera sucede con el Plan de Gobierno. Si éste no se brinda de manera accesible para el potencial elector, si éste no manifiesta respuestas precisas a las necesidades ingentes poco o nada habrá de influir en la persuasión necesaria para despertar el interés de los votantes.

Pesan mucho, aunque moleste, cuán «pegajosas» puedan llegar a ser las canciones que identifican a un candidato en particular. Aquellas melodí­as que faciliten asemejarse con la figura que se desea destacar de la persona que se proyecta como futuro lí­der nacional, garantizan simpatí­as que a su vez penetran el subconsciente colectivo que se traducirá en respaldos voluntarios y en respaldos indirectos. En todo caso en respaldos generalizados no necesariamente reflexivos.

Todo lo anterior implica contar tanto con los recursos económicos, como con los creativos necesarios para que la implementación de la campaña responda a lineamientos estratégicos que se apoyan en acciones tácticas que se desenvuelven en una territorialidad definida. Dentro de un tiempo muy corto, cinco semanas, habremos de corroborar cual de los dos equipos de campaña fue más asertivo en los acercamientos y adherencias públicas y privadas que se han manifestado a la fecha.

La fragilidad de la cuartilla que conocemos como cédula de vecindad, impone que se supere este medio que identifica a la población. Ojalá se tenga la suficiente lucidez en el Congreso de la República para implementar en breve los cambios que necesita la Ley del Registro Nacional de las Personas. Echar a andar esa institución tal cual está redactado el Decreto 90-2005, serí­a un error mayor que seguir con nuestro anacrónico medio de identificación.

Dicho lo anterior, tenemos un escenario que anticipa retos interpretativos para unas lecciones que están por producirse. Por ejemplo lo relacionado con el conjunto de mecanismos para informar la manera como se está conformando el eventual equipo de gobierno es un área que expuesta de manera adecuada puede ser un influyente al momento de emitir el voto. Un porcentaje de entre 15 a 20 %, en comparación con la primera vuelta, habrá de dejar de asistir a las urnas el próximo 4 de noviembre.

El jueves uno de noviembre, con su fiambre, el dos y su reserva reflexiva a la memoria de nuestros difuntos, son por separado una tentación para que se produzca un puente de asueto laboral. Si tal se da, se promoverá una «Semana Santa» corta hacia finales de año. Las posibilidades de concurrencia se verán más mermadas. Por lo tanto, se habrá de necesitar de mucha imaginación, de mucha creatividad para despertar el interés por votar. Reto de enormes repercusiones en una sociedad cada vez más vulnerable a la alienada atmósfera mediática con todo su caudal de distractores. En ese contexto vendrán vientos de cuestionamiento por la «legitimidad» del futuro gobernante. Hasta la próxima.