El balance de víctimas de la tormenta tropical que azotó Manila, la capital de Filipinas, y varias provincias del país, provocando las peores inundaciones en 40 años, llegó a 140 muertos, anunció hoy el gobierno que pidió ayuda internacional para enfrentar la catástrofe.
Las autoridades anunciaron hoy un nuevo balance de las inundaciones, que lleva a 140 el número de muertos, mientras 32 personas siguen desaparecidas y más de 453 mil debieron ser desplazadas.
«Hacemos un llamamiento para recibir ayuda humanitaria internacional» para «afrontar las consecuencias de la tormenta tropical Ketsana», declaró el ministro de Defensa Gilberto Teodoro en un mensaje transmitido por la televisión estatal.
Manila, ciudad de doce millones de habitantes en la que fue declarado el estado de catástrofe natural, fue inundada por lluvias torrenciales que cayeron durante nueve horas tras el paso de la tormenta tropical Ketsana.
El gobierno reconoció el lunes que había sido sobrepasado por la catástrofe, mientras los servicios de socorro, cuyas intervenciones son dificultadas por el lodo y el agua estancada, se esfuerzan por cumplir las tareas más urgentes.
«Nos concentramos en las enormes operaciones de socorro, pero el sistema ha sido sobrepasado, las autoridades locales han sido sobrepasadas», declaró el responsable del centro de coordinación contra desastres, Antonio Golez.
«Teníamos la costumbre de intervenir en una ciudad, en una o dos provincias, pero esta vez unas tras otras fueron pidiendo ayuda. Los medios materiales y humanos fueron repartidos de manera insuficiente», agregó.
El sábado, el nivel de las aguas alcanzó hasta seis metros en algunos lugares de la capital.
La desolación reina ahora en varios barrios de la ciudad, cuya superficie fue cubierta en un 80 por ciento por las aguas, según la Cruz Roja. Dos días después del paso de la tormenta, algunos barrios siguen estando inundados y hay todavía habitantes bloqueados en los pisos altos de las casas, según la televisión local.
Refugiados en campamentos improvisados, los siniestrados carecen de alimentos, de agua, de ropa, recalcaron autoridades locales.
«Esperamos la llegada de un poco más de ayuda. Tratamos de movilizar nuestros propios medios, pero necesitamos mucho más», dijo a la AFP Armando Enday, intendente del pueblo de Bagong Silangan, donde se refugiaron unas 3.000 personas.
«No tenemos ni dinero ni familia. No sabemos qué hacer. Esperamos ayuda en alimentos», declaró Edgar Halog, chófer de autobús cuya casa fue destruida.
El gimnasio donde los refugiados deben sentarse directamente en el suelo, sirve también de depósito de los féretros de once de las víctimas de la inundación.
El caos es agravado por el hecho de que los servicios de electricidad y teléfono siguen estando cortados en buena parte de la ciudad.
Mientras llegan difícilmente las informaciones sobre personas desaparecidas, muchos temen que el balance de víctimas sea aún más grave.
La negociación internacional de un nuevo acuerdo de lucha contra el cambio climático se reanudó este lunes en Bangkok, penúltimo encuentro antes de la conferencia de diciembre en Copenhague en la que disminuye la esperanza de que se alcance un tratado realmente ambicioso.
Después de los decepcionantes resultados de las cumbres de jefes de Estado y de Gobierno celebradas la semana pasada en Nueva York y Pittsburgh, unos 2.500 delegados de 192 países se reúnen en la capital tailandesa hasta el 9 de octubre bajo una enorme presión para obtener resultados que eviten un estrepitoso fracaso en diciembre.
«Nuestros hijos y nuestros nietos no nos perdonarán, a menos que tomemos decisiones. Nos queda poco tiempo», lanzó a los delegados el primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, en el inicio del encuentro el lunes.
Para intentar limitar el calentamiento global a un nivel soportable, de dos grados centígrados, los científicos advierten de que las emisiones de gases de efecto invernadero deben dejar de aumentar en 2015.
De lo contrario, temen una acumulación de catástrofes naturales, sequías, inundaciones y un aumento del nivel del mar de dramáticas consecuencias.
Pero la negociación para alcanzar este objetivo tropieza con numerosos escollos, tanto en la reducción de emisiones de carbono como en la financiación de las medidas de adaptación y mitigación necesarias.
«Llegamos a Bangkok con, creo, un texto de negociación de 280 páginas con el que es básicamente imposible trabajar», lamentó en declaraciones a la AFP Yvo de Boer, el máximo responsable de Naciones Unidas sobre el cambio climático.
«Nos quedan 16 días de negociación antes de Copenhague, así que el tiempo apremia y necesitamos resultados», agregó a su llegada a Tailandia.
Durante la cumbre extraordinaria de la ONU en Nueva York, el 22 de septiembre, el único aliento vino de China, que se comprometió a reducir el crecimiento de las emisiones de su país por unidad del PIB, aunque no adelantó cifras concretas.
Según varios estudios, China ha superado a Estados Unidos como el mayor emisor de carbono del mundo. Juntos, los dos países son responsables del 40% de emisiones mundiales.
En Pittsburgh (noreste de EE.UU.), durante la cumbre del G20, la decepción fue mayor. El encuentro se cerró con una declaración extremadamente vaga.
A pesar del reciente giro dado por Japón desde la llegada al poder del primer ministro centrista Yukio Hatoyama -que se comprometió a recortar un 25% sus emisiones-, el objetivo de que los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% antes de 2020 ya parece inalcanzable.
En Bangkok, penúltima sesión de negociación antes de Copenhague en el marco de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -la última será en Barcelona del 2 al 6 de noviembre-, las organizaciones ecologistas llamaron a los Estados a ir más allá de las declaraciones de buenas intenciones.
«Los gobiernos deben llegar a Bangkok listos para actuar (…) para poner un poco de carne en los huesos que se lanzaron la semana pasada en los discursos de los dirigentes del mundo en Naciones Unidas», afirma Kaisa Kosonen, responsable del clima en Greenpeace.
Las miradas se centran también en Estados Unidos, donde la ley sobre el cambio climático, que inicialmente se esperaba antes de Copenhague, podría tener que esperar hasta 2010.
«O Estados Unidos hace un esfuerzo, o las dos semanas en Bangkok pueden marcar la tendencía del fracaso en Copenhague», consideró Antonio Hill, responsable climático de la ONG Oxfam International.