Abundan los mensajes en este Día Internacional de la Mujer exaltando sus cualidades y promoviendo sus oportunidades, además de las cajoneras felicitaciones de corte más bien protocolario. En los distintos foros mundiales se exalta hoy la capacidad de la mujer y se repudian las discriminaciones que todavía existen a lo largo y ancho del mundo, lo que demuestra que hay que ir más allá del discurso anual que en esta fecha se repite pleno de expresiones políticamente correctas.
Guatemala es un país en donde la tarea pendiente es aún inmensa. Cierto es que se ha multiplicado el espacio que ocupan las mujeres, pero la brecha que abre un puñado de intelectuales y de profesionales destacando en campos que antaño fueron reservados para los hombres, es aún muy pequeña, sobre todo si lo vemos desde la perspectiva de la mujer pobre y más aún de la mujer pobre e indígena.
Hay mujeres que por gusto y decisión propia deciden convertirse en amas de casa y hacerse cargo de lo que se llaman “tareas del hogar”, educando a los hijos y dedicando su tiempo a la familia. Pero hay muchísimas mujeres en Guatemala que no tienen opción y que están condenadas a vivir haciendo ese tipo de tareas, sea para su propia familia o, peor aún, en casa ajena como parte de un medio para ganarse la vida. Mujeres que jamás tendrán la oportunidad de buscar su superación educándose y que en el tercer milenio de la era cristiana siguen viviendo en condiciones de marginación y desigualdad que resultan inexplicables a la luz del concepto inapelable de la igualdad entre hombres y mujeres en todo el sentido de la palabra.
Hay que decir, en serio, que si en la Guatemala machista hasta los hombres tienen obstáculos para alcanzar las oportunidades que les permitan vivir mejor, cuánto más duro es ese sueño para las mujeres que conforman nuestro terrible mapa de la pobreza y la pobreza extrema. Porque somos un país en el que se niegan las oportunidades a quienes tuvieron la poca fortuna de nacer en condiciones económicas desfavorables, tanto que nuestra gente tiene que emigrar en busca de un resquicio para mejorar su nivel de vida ante la cerrada estructura de nuestra sociedad.
Y con todo y nuestras carencias sociales, somos un país conservador en el peor sentido del término, porque se trata de conservar ideas trasnochadas que vienen desde tiempos coloniales que se sustentan en la acumulación de privilegios para unos pocos, la discriminación por motivos de raza o sexo y la resistencia a abrirnos para generar cuando menos igualdad de oportunidades. Es en ese contexto que muchos mensajes publicitarios del Día Internacional de la Mujer suenan a propaganda vacía.
Minutero
El Día de la Mujer
es hoy igual que ayer
sin que se haga siquiera el intento
de dar al discurso sustento