Más allá del asistencialismo


En situaciones crí­ticas como las que se viven por la sequí­a en muchos lugares del paí­s, es indudable que la solidaridad nos tiene que llevar a la búsqueda de mecanismos eficientes para atender a las personas que se encuentran en alto riesgo por la falta de alimentos y eso es bueno que ocurra tanto entre las empresas como entre los ciudadanos con mayor capacidad económica. Sin embargo, debemos entender que el problema es mucho más grave y que con asistir a los niños que hoy aparecen en las fotografí­as no estamos en realidad enfrentando la realidad nacional que se caracteriza por ese agudo contraste que reporta niveles de pobreza extrema y que condena a más de la mitad de la población a vivir con desnutrición crónica.


Lo que hemos condenado en este gobierno es que trate de invisibilizar el problema negando la existencia de hambruna cuando ello tendrí­a que ser el punto de partida para una campaña a nivel nacional que saque al pueblo de su indiferencia frente a una realidad dramática y espeluznante que condena a nuestra niñez a vivir en condiciones que le impiden su pleno desarrollo.

Pero obviamente la actitud de los guatemaltecos no es la más edificante y especialmente ello se observa entre los grupos de mayor poder económico y polí­tico, que se mantienen al margen y voltean la vista para no reparar en la vida que tienen que llevar millones de compatriotas que están en condiciones de miseria.

Un buen gobierno tendrí­a que ser el que se encarga con eficiencia y habilidad de articular los consensos nacionales en los temas de fondo, y el hambre es uno de los más importantes en el paí­s. No es ni con planteamientos de lucha de clases ni con el ocultamiento de la realidad como vamos a encararlo eficientemente y el régimen actual no parece tener luces más que para llevar agua a esos dos molinos. Definitivamente el hambre tiene una peculiar forma de pasar la factura a los demagogos, como pasó con el gobierno del FRG y ahora está sucediendo con este gobierno, porque desnuda nuestra realidad y evidencia el esfuerzo que muchos hacen, en lo público y en lo privado, para invisibilizar nuestros peores dramas.

Hablar de reforma fiscal sin poner el dedo en la llaga de que lo fundamental es atender la necesidad primaria de quienes se mueren, literalmente, de hambre en Guatemala termina siendo una gran paja. ¡Pero de qué hambre puede hablar un gobierno que concentra sus esfuerzos en negar la existencia del problema y señalar que se trata apenas de casos aislados y poco representativos?

La verdad está allí­ y es cruel y dolorosa; tanto que ojalá haga reaccionar a un pueblo que sufre de secular indiferencia.