Más allá de los juegos pirotécnicos


Según el informe «Entendiendo el trabajo infantil en Guatemala (2003)», elaborado por el Instituto Nacional de Estadí­stica, (INE) el Programa Internacional para la erradicación del Trabajo Infantil, IPEC (por sus siglas en inglés) y el Banco Mundial, se estima que alrededor de 507 mil niños y niñas comprendidos entre los 7 y 14 años de edad trabajan, un 20 por ciento del total de la población que se encuentra en este rango de edad.

Juan M. Castillo

El mismo informe asevera que la prevalencia de trabajo en niños y niñas indí­genas es casi el doble que en niños no indí­genas, además sostiene que alrededor de 206 mil niños y niñas entre los 5 y 11 años de edad son económicamente activos.

El trabajo infantil es principalmente un fenómeno rural: su prevalencia en las áreas rurales es casi el doble que en áreas urbanas, por lo que la niñez trabajadora en área rural, suma casi tres cuartos del total de infantes que trabajan en todo el paí­s. Este fenómeno está asociado a la pobreza de las familias por lo que es más usual encontrar a estos niños y niñas en sectores de menores recursos económicos, convirtiéndose en una estrategia familiar de combate a la pobreza.

La mortal industria de los juegos pirotécnicos.

El artí­culo 51 de la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia incluye el fenómeno de la explotación económica de la siguiente manera: Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser protegidos contra la explotación económica, el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso para su salud fí­sica y mental o que impida su acceso a la educación.

Según el informe Situación de la Niñez en Guatemala, elaborado por Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, ODHAG (2005), en San Juan Sacatepéquez y San Raymundo se registran la existencia de 7,791 talleres en las que trabajan 3,709 niños y niñas en la manufactura de juegos pirotécnicos, de este gran total se estima que 1,113 infantes no asisten a la escuela.

La misma publicación sostiene que el 95 por ciento de los cohetes distribuidos en toda Guatemala, están confeccionados en los municipios citados, por lo que 96 de cada cien familias lugareñas trabajan en esta industria.

Según Nidia Aguilar defensora de la niñez de la Procuradurí­a de los Derechos Humanos, PDH, «se estima que unas 3 mil familias se dedican a esta «maquila casera», sin ninguna condición de seguridad y en viviendas tan humildes que fácilmente son presa de las explosiones que causa la pólvora y otros elementos».

Williams De León, jefe de Relaciones Públicas del Cuerpo Voluntario de Bomberos, CVB, asegura que a pesar de que los sucesos por la manipulación de los juegos pirotécnicos son más frecuentes, los accidentes ocurridos en fábricas clandestinas por elaboración de los mismos, son más severos y dramáticos, por lo que son fácilmente identificables, «estos causan graves lesiones en buena parte del cuerpo, además traen daños colaterales por infecciones y serios daños en los tejidos» explica.

Lourdes Santiso, cirujana plástica de la clí­nica de quemaduras infantiles del hospital Roosevelt, afirma que los accidentes por la manufacturación de estos artefactos son en un buen número mortales, «evidentemente estos casos son mucho más trágicos, porque los infantes elaboran los juegos en fábricas clandestinas, donde manipulan material altamente explosivo, estos niños y niñas vienen con quemaduras severas que muchas veces terminan en la muerte de los infantes», relata.

Además asevera que estos casos se reconocen a simple vista, porque no sólo se trata de una quemadura, sino de un efecto altamente explosivo.

«Las quemaduras con juegos pirotécnicos representan, entre el 7 y 8 por ciento de los casos, si bien no son las más frecuentes, sí­ son de las más severas, porque las mismas son casi siempre en tercer grado, que pueden abarcar un tejido muy profundo y hasta el hueso» concluye Santiso.

De León del CVB, asegura que cada fin de año se intensifica, las campañas de sensibilización y prevención a través de medios masivos como televisión, radio y prensa, con el afán de evitar el mayor número de accidentes posibles.

«Se les ha brindado asesorí­a y prevención a los dueños de estas fábricas, se les sugiere que no utilicen a niños y niñas para el proceso de fabricación de este tipo de artefactos, pero esto queda a criterio de los padres de familia y los empleadores», relata De León, quien a su vez explica que en algunos casos existe cierto rechazo, por parte de los dueños de las fábricas, esto porque buscan evadir algún tipo de control, supone el relacionista público.

Aunque se trató de obtener un estimado de cuántos niños y niñas acuden a las unidades de emergencia por quemaduras mientras laboran en coheterí­as, ni en los hospitales, ni en los cuerpos de bomberos pudieron proporcionar un dato exacto. Lo cierto del caso es que, sobre todo, en esta época, son muchos los infantes que sufren quemaduras o pierden la vida al trabajar en estas fábricas.

¿Quién da la voz de alarma?

A criterio de Lucy Corado, administradora de la clí­nica de quemaduras infantiles del hospital Roosevelt, cuando se trata de accidentes donde se involucran a niños y niñas trabajadores en la industria de la elaboración de cohetillos, los padres no llaman a nadie para solicitar asistencia, por temor a que se inicie un proceso legal en su contra.

«Cuando hay accidentes donde están involucrados niños y niñas, los familiares los ocultan, por lo que muchas veces los infantes vienen de forma tardí­a (al hospital Roosevelt) y en malas condiciones, por lo que se hace difí­cil poder sacarlos adelante debido a que las secuelas de un accidente que no fue tratado correctamente son lamentables y se presentan cicatrices deformadas, amputaciones de dedos etc.» relata Santiso.

Williams De León afirma que en estos casos la voz de alarma se da, sin consultar a las personas afectadas, «estos accidentes son fácilmente perceptibles por parte de los vecinos, porque el ruido que produce la explosión de la pólvora es estruendoso, por lo que cualquiera puede dar aviso al Cuerpo Voluntario de Bomberos, para poder asistir la emergencia».

Algunas acciones legales

La prohibición de ciertos juegos pirotécnicos, así­ como llevar determinados casos a un juez, son algunos de los aspectos legales que se han implementado para afrontar esta problemática, «en los casos atendidos, se ha solicitado orden de un juez para el traslado de infantes y adultos que han sufrido quemaduras en diferentes grados, también se han presentado amparos a la Corte Suprema de Justicia, (CSJ) para evitar la distribución y uso de canchinflines y silbadores, que han causado incendios y muertes innecesarias», explica Aguilar de la PDH.

El tratamiento

Lucy Corado explica que el tratamiento va de acuerdo a la profundidad de la quemadura, cuando es leve sólo se hacen curaciones diarias, donde se aplican cremas cicatrizantes, se lava la herida, se quita la piel quemada y se ponen vendajes, en casos más severos se procede hacer injertos en las áreas afectadas. Por lo que el proceso de rehabilitación, se inicia desde que el niño o niña está hospitalizado

Todos los niños y niñas son evaluados por cirujanos plásticos, quienes determinan si amerita tratamiento quirúrgico, necesario para la corrección de las secuelas por quemaduras, y se indica uno o varios de los siguientes tratamientos: Tratamientos con mallas de presión, con aparatos de prótesis, fisioterapia y con máscaras, todo esto con el objetivo de recuperar la movilidad de los infantes, y mejorar las posibles deformaciones.

Implicaciones emocionales

No obstante, cuando un niño o niña, sufre una quemadura, el aspecto fí­sico no es lo único que se ve afectado, también existen una serie de implicaciones emocionales en la que los infantes incurren, al momento de ser ví­ctimas de estos desafortunados incidentes.

Miriam Morales de Ramí­rez, psicóloga de la consulta externa de la pediatrí­a del hospital General San Juan de Dios, asegura que tanto el niño como el adolescente, debe pasar por un proceso de aceptación, «se empieza a trabajar desde que el niño o niña entra al hospital, para que este acepte su dolor, puesto que las quemaduras son en extremo dolorosas, también trabajamos en la aceptación de la «no culpa», para que el niño o niña no se sienta culpable, debido a que la situación familiar también se ve afectada y los padres dejan de trabajar por cuidar al niño o niña y esto lo resienten los infantes», asevera.

«El proceso de rehabilitación es muy largo, puede durar años, por lo que el o la infante tiene un cambio cultural, educativo, social y de entorno, lo que hace necesario trabajar esto a nivel psicológico, debido a que emocionalmente se ven afectados por pasar tanto tiempo hospitalizados», asegura Morales.

La desfiguración es un grave problema para la niñez, puesto que en muchos casos los niños y niñas, se les desfigura el rostro, y su autoestima se ve severamente dañada, con un dolor fí­sico y emocional, esto porque el infante puede ser objeto de burla por sus compañeros.

Por otro lado Beatriz Valle psicóloga infantil del hospital San Juan de Dios, afirma que con niños y niñas pequeños es más fácil, puesto que los mismos aún no están conscientes de sus deformaciones, ni de las implicaciones que estas tienen en su apariencia fí­sica.

Por lo que en estos casos entran en juego una serie de factores que pretenden ayudar a el niño y niña a insertarse a la sociedad pese a ver sufrido este tipo de accidente, es por ello que tanto la fisioterapia, cirugí­a plástica y el aspecto psicológico se deben trabajar conjuntamente para rehabilitar al infante afectado, explica Marí­a Teresa Gaytán jefa del Departamento de Psicologí­a, del hospital General San Juan de Dios.

El estimular al infante, para que éste no se sienta menos es un aspecto fundamental, para que aprenda a vivir con su discapacidad.

«Es importante promover en el niño y niña todas sus cualidades y virtudes, darles a conocer sus facultades fí­sicas y que pese a su dolencia son capaces de adaptar sus nuevas capacidades, por ejemplo a un niño sin brazos lo introducimos en la pintura, le ensañamos a pintar con la boca, a otro niño que sólo tiene un pie, le demostramos que todaví­a puede jugar fútbol, aunque sea con ayuda de sus muletas, relata Sohari González practicante del Profesorado en Educación Especial.

¿Cómo garantizar la integridad fí­sica a la niñez trabajadora?

«Realizar prohibiciones severas por parte de autoridades competentes, fiscalizar al ministerio que distribuye el cloruro de potasio (sustancia con la que se elaboran los juegos pirotécnicos), controlar las fronteras para evitar el contrabando de elementos utilizados en pirotecnia, y fortalecer las unidades de pacientes quemados en los hospitales San Juan de Dios y Roosevelt» son algunas de las propuestas realizadas por la defensora de la Niñez de la PDH, Nidia Aguilar.

El trabajo infantil en Guatemala, responde a las necesidades de los sectores más vulnerables, lo que hace imposible su erradicación inmediata, lo que sí­ es posible es garantizar la integridad fí­sica y psicológica de la niñez trabajadora en el paí­s, tal como lo establece el artí­culo 51 de la Ley de Protección Integral de la Niñez y Adolescencia.