Más allá de las palabras


Obviamente todo funcionario electo puede pronunciar discursos optimistas y ofrecer entrevistas en las que ofrece resolver los problemas que serán parte de su agenda en el futuro, pero debemos entender que hay situaciones en las que las palabras salen sobrando porque la abrumadora evidencia de la realidad pone de manifiesto la necesidad de esfuerzos literalmente sobrehumanos para sacar adelante una tarea.


Presidir el desprestigiado Congreso de la República en Guatemala es una de esas situaciones especiales en las que no bastan las palabras y en las que el espacio para el pesimismo está más que justificado a la luz de los acontecimientos. Por buenas que fueran las intenciones del diputado Roberto Alejos Cámbara, quien en enero asumirá la responsabilidad de presidir el Congreso, la verdad es que levantar la imagen del Organismo Legislativo no es tarea de una persona ni de una Junta Directiva, puesto que harí­a falta un esfuerzo coordinado de todas las bancadas, sin excepción y sin que ningún miembro se les salga del carril, para que se piense en que los guatemaltecos empezarán a ver a los diputados con ojos distintos.

Por su misma composición y naturaleza, el Congreso es un cuerpo heterogéneo en el que no se puede imponer una polí­tica uniforme que permita el cambio en la dimensión precisa. Y si a ello se agrega que dentro de las mismas bancadas hay agendas que nada tienen que ver en realidad con los intereses del paí­s, puesto que llevar agua a molinos particulares parece ser el objetivo fundamental de nuestra clase polí­tica.

Suponiendo que la junta directiva recién electa tuviera un norte claro para avanzar hacia el rescate de la imagen del Congreso y que su presidente estuviera verdaderamente comprometido con la historia para salvar a la democracia que se ve en riesgo por la actitud de los polí­ticos, necesitarí­a de una extraordinaria capacidad de convencimiento para lograrlo porque sabemos que si cada cabeza es un mundo, en la de cada diputado hay un universo de ideotas que terminan, tarde o temprano, lacerando el sistema y dañando a la institucionalidad. Un Congreso integrado mediante la venta de curules no puede producir resultados diferentes a los que hemos tenido y cambiar el sistema de elección no está dentro de los objetivos de ningún diputado porque el actual, que les permitió llegar al Organismo Legislativo, es el que les puede permitir la reelección en el futuro. Por papos cambiarí­an las normas que les facilitaron convertirse en supuestos «padres de la patria.»