Más allá de la rutina


Hacer lo mismo todos los dí­as, a cualquier hora, puede ser diferente y válido, con sólo trastocar ese entorno que robotiza a las personas. Hace falta interiorizar en forma reflexiva y contemplativa, todo cuanto se ve y oye alrededor y más allá dentro de la diversidad de oportunidades.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Dondequiera, mediante la palabra escuchamos una enorme degradación del lenguaje, un autentico caló. También el uso de extranjerismos en gran medida. Cuando tomamos para sí­ las conversaciones fluidas e interesantes, dejan saldos utilitarios al igual que experiencias por demás formativas.

Saturados por completo de negocios, muestra notoria la transculturación desbordante, vemos que la capital y otras ciudades se subieron al carro del modernismo. Sirve de imán el consumismo y pone a prueba los ánimos, pues sus ambientes no dan lugar para una aguja. Comportamientos individuales sopesan el cambio, pero el acicate para retomarlo hace la lucha.

Tocante por igual al vestuario y calzado, existe tendencia manifiesta en el sentido que la nomenclatura, define como casual, formal y deportiva. A 1a vez expone los gustos diversos, en ausencia definitiva de lo tradicional, sin embargo, a la postre es un cí­rculo vicioso que retorna después.

Oí­mos con asombro gente escasa de entendederas que en la zona 1, solamente hay casas viejas. Enorme disparate sueltan sin razón justificable, lo cometen bajo influencias pasajeras, ante meros espejismos. Cuando no, al influjo de algún mecanismo psicológico de defensa, entre pecho y espalda.

El simple caso conformado por el peatón, significa un fiel indicador de cómo actúa en aceras de calles y avenidas la mayorí­a, presa de nerviosismo, afectados por el estrés Nadie confí­a y ve en los demás un presunto delincuente, resultado de la masificación que marca aquel trajinar diario.

Consecuencia lógica del creciente parque vehicular, accidentes y percances viales son resueltos a punta de pistola. Al contrario se registra el comportamiento correcto y respetuoso de cierta gente, una verdadera escuela de la tan ansiada tranquilidad, en medio del maremagnum actual.

Llama la atención la actitud ejemplar de personas acosadas por invariable desempleo, que lejos de sumarse a las filas delincuenciales toman otro rumbo mejor. Gracias al ingenio, capacidad y chispa positiva, se las saben todas y pronto instalan pequeños negocios, a fin de sobrevivir con decoro.

Se evidencia cómo existe convivencia entre la cultura ambiental, unos pocos, en tanto la mayorí­a tienen ausencia de la misma y sus resultados están a la vista. Ello motiva la obligada reflexión que viene a ser la consiguiente responsabilidad de cooperar de alguna manera en la conservación y defensa de nuestro medio ambiente urgido de salvación urgente.

A diario la totalidad de residentes capitalinos perciben el hecho rutinario de amaneceres y atardeceres, presas del ritmo acelerado del tiempo y vida, a tí­tulo de sello actual. Detenerse aunque sea instantes para disfrutar el alma del alba y embelesarse de los crepúsculos es tonificante.

Mucha indiferencia por el prodigio de la naturaleza se manifiesta ante el impresionante y melodioso canto de bandadas de aves canoras a la búsqueda de su nido. Si interiorizan las gentes esos sonidos brotan motivos tras una actitud contemplativa, necesaria como atenuante del ruido citadino.

Con frecuencia el transeúnte se topa con menesterosos que imploran ayuda en diversos sitios, sin dar atención alguna a esos petitorios de enfermos o inválidos. Basta sensibilizarse unos momentos y recuperar los valores humanos que dan luz verde y generan solidaridad junto a compartir.