Más agua y menos contaminación


Fue realidad durante la Semana Santa en nuestra metrópoli, para que no haya un mí­nimun de duda, sin embargo, ya volvimos a lo de siempre que registra deficiencias en los servicios. El éxodo anual con motivo de las conmemoraciones de la Pasión y Muerte de Cristo posibilitó el cambio beneficioso.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

El ambiente que imperó en un marco grato a quienes permanecieron en casa, bajo el alero capitalino que brinda cobijo, como quiera que sea, semejó un dulce sueño. Las ciudades al expanderse sus linderos traen consigo innumerables problemas, todos complicados dí­a a dí­a de modo inaudito.

Del agua hacen uso inadecuado los habitantes en condición antisocial de serias consecuencias, al grado de causar un desequilibrio manifiesto. En tanto abunda en sitios privilegiados, escasea demasiado en el resto poblacional, sin aparente solución por lo visto desde años atrás muy campante.

De cara al problema, pese a que la conservación del lí­quido vital es deber de todos, según frase hecha, la práctica demuestra cosa distinta. El debido suministro y lo concerniente al caso en mención compete directamente a la Empagua, que desde in illo témpore viene administrando el servicio.

Pudo respirarse sin tanta contaminación de parte de quienes se quedaron en casa, justo en esos dí­as, en un extraño pero cierto. Nada qué ver con contacto con la madre naturaleza, circunstancia ideal, conste, pero al menos libres del humo asfixiante emanado del parque vehicular con motores desafinados.

Tampoco hubo molestia del polvo, cuyas partí­culas deterioran la salud y originan similar situación a los inmuebles sin excepción. Siquiera el aludido descanso, a modo de oasis bienechor, redujo bastante las nubes contaminantes que son inhaladas contra la voluntad individual. Pero seguimos igual.

Cuánto provecho representó ese tiempo, ajenos al ruido ensordecedor que atruena el espacio dí­a y noche, a consecuencia del paque vehicular liviano y pesado. Máxime el producido por camionetas, ruleteros y tráileres, responsables de hacer la vida ya imposible en la otrora Tacita de Plata.