Mark Twain sigue luchando contra la censura de sus libros


Mark Twain, célebre escritor estadounidense, famoso por sus intrépidas novelas que enfrentaban el racismo de la época, además de tener un agudí­simo sentido del humor y la ironí­a. FOTO LA HORA: AP

Mark Twain era el tipo de persona que podí­a contar un chiste grosero y luego disculparse sentidamente, que escribí­a cosas que sabí­a iban a resultar ofensivas para muchos y se guardaba otras por la misma razón.


Imagen de las primeras ediciones de los libros de Mark Twain, en el Archivo de la Universidad Elmira, en Nueva York. FOTO LA HORA: AP David Duprey

Un siglo después de su muerte, Mark Twain continúa luchando con los crí­ticos de su lenguaje.

Al escritor y humorista le preocupaba tanto el impacto de lo que decí­a en público que se abstuvo de publicar ensayos contra la religión y dispuso que debí­an pasar 100 años de su muerte antes de que se publicase su autobiografí­a. El primero de tres volúmenes de la versión í­ntegra, publicada en el 2010 y con comentarios mordaces sobre los empresarios y los militares, resultó un sorpresivo best-seller, que vendió cientos de miles de ejemplares.

Twain creí­a en la búsqueda de la verdad. «Las aventuras de Huckleberry Finn» irritaron a mucha gente cuando fue publicado por primera vez y sigue haciéndolo 126 años después.

La novela más famosa de Twain está siendo publicada junto con «Las aventuras de Tom Sawyer» por NewSouth Books en un volumen que saldrá a la venta en febrero. En esa edición se reemplazó la palabra «nigger», que alude a los negros en tono despectivo, de uso común por el 1880, con el término «esclavo».

«Era un caballero victoriano, o trataba de serlo», comentó el biógrafo de Twain Ron Powers. «Le importaba el que su esposa aprobase lo que escribí­a y querí­a complacer al público. Pero habí­a ciertos terrenos, como el de la raza, en el que era intrépido. En San Francisco, antes de la Guerra Civil, lo sacaron a patadas de la ciudad porque criticó a la policí­a por pegarle a los chinos».

«Caminaba por una lí­nea muy tenue y podí­a terminar en cualquier lado, y resultar muy conservador o ir demasiado lejos y decir cosas en broma que no causaban ninguna gracia», manifestó Robert H. Hirst, editor general del Proyecto Mark Twain en la sede de Berkeley de la Universidad de California, donde fue editada la autobiografí­a, publicada por la editorial de la universidad.

«Decí­a que la única crí­tica que le importaba era la del gran público. Querí­a una audiencia grande», dijo Hirst.

«Huckleberry Finn» bien podrí­a aspirar a ser considerada la novela más importante de la literatura estadounidense. Pero la franqueza con que aborda temas costumbristas, raciales y la rebelión antes de la Guerra Civil hacen que resulte un clásico un tanto incómodo. Cuando fue publicado por primera vez, se dijo que promoví­a un comportamiento cuestionable, por «ser vulgar y no dar un buen ejemplo a la juventud», según Justin Kaplan, autor de una biografí­a de Twain que ganó el premio Pulitzer.

Con el correr de los años cambiaron los valores de la gente y disminuyeron las objeciones. A raí­z del uso de la palabra «nigger» el libro fue retirado de las listas de obras clásicas. Algunos de los pasajes finales, como cuando Huck y Tom demoran la liberación del esclavo Jim y colocan ratas y ví­boras en su cabaña, desconciertan a los historiadores, que los consideran crueles e innecesarios.

«Algunos creen que esta es una sátira de Mark Twain sobre la reconstrucción y lo dura que fue la vida después de la Guerra Civil», declaró Powers. «Nadie está muy seguro».

La práctica de alterar textos por considerar los originales inapropiados fue bastante común en el pasado, sobre todo en el siglo XIX, en que los valores victorianos hicieron que se modificasen hasta obras de Shakespeare. Durante años se publicaron en Estados Unidos textos griegos y romanos con alteraciones, hasta que en la década de 1960 volvieron a usarse las malas palabras que emplearon Aristóteles y demás.

«Huckleberry Finn» no está protegido desde hace tiempo por los derechos de autor y puede ser modificado según el editor lo considera apropiado. Una versión usada en escuelas primarias no incluye la palabra «nigger».

«Los libros son abreviados para hacerlos más apropiados para estudiantes de tercer y cuarto grado. Se modifica la extensión, la estructura de las oraciones, el vocabulario difí­cil de entender y aspectos que pueden resultar demasiado delicados o confundir a lectores jóvenes», expresó Frances Gilbert, vicepresidenta y editora de Sterling Children»s Books.

Los estudiosos objetan los cambios. Kaplan, el biógrafo de Twain, dice que el volumen de «Huckleberry-Tom Sawyer» de NewSouth le resulta ofensivo. Powers sostiene que los cambios son «abominables» y no ayudan en nada a la educación de una persona.

«»Huckleberry Finn» y el uso de la palabra «nigger» son un instrumento ideal de enseñanza», afirmó Powers. «Generan un diálogo entre maestros y estudiantes. Pide a gritos contexto».

El editor del libro, Alan Gribben, un experto en Twain, dice en la introducción que los estudiantes prefieren un lenguaje sin palabras fuertes y que un lenguaje más moderado atraerá más lectores, algo que Twain hubiese apreciado.

«Seguramente hubiese adaptado su lenguaje de haber previsto la reacción que tienen los lectores de hoy a términos racistas en un paí­s que ha sufrido muchos cambios culturales», señala Gribben.

«Eso es ridí­culo», dice Powers. «Es como cuando alguien pregunta qué hubiese pensado Mark Twain de la liberación femenina. Uno no puede dar cosas por sentadas y usar eso como pretexto para destruir obras de arte».

«Era un caballero victoriano, o trataba de serlo. Le importaba el que su esposa aprobase lo que escribí­a y querí­a complacer al público. Pero habí­a ciertos terrenos, como el de la raza, en el que era intrépido. En San Francisco, antes de la Guerra Civil, lo sacaron a patadas de la ciudad porque criticó a la policí­a por pegarle a los chinos.»

Twain Ron Powers

Biógrafo de Mark Twain

«Caminaba por una lí­nea muy tenue y podí­a terminar en cualquier lado, y resultar muy conservador o ir demasiado lejos y decir cosas en broma que no causaban ninguna gracia. Decí­a que la única crí­tica que le importaba era la del gran público. Querí­a una audiencia grande.»

Robert H. Hirst

Editor general del Proyecto Mark Twain