Cuando Raúl Castro reconoció que era hora de entregar el poder a líderes más jóvenes, pocos esperaban que el presidente de 80 años nombrara a alguien incluso más viejo que él como su número dos.
LA HABANA / Agencia AP
Pero en medio de esta dirección de «históricos», que hicieron la revolución hace 50 años, un alto funcionario de bajo perfil, Marino Murillo Jorge, sobresale por su juventud y la enorme responsabilidad que tiene a cuestas: encausar los cambios económicos diseñados para liberar la economía y, al mismo tiempo, defender a la Cuba socialista.
«Parece ser el zar del proceso de reformas, un líder de la nueva generación que analiza y elabora políticas, las explica al público y las empuja entre las burocracias», Philip Peters, experto del Lexington Institute, con sede en Virginia.
Hijo de la generación posrevolucionaria, de baja estatura, subido de peso, amigo de las guayaberas talla XXL, de anteojos que a cada rato se acomoda sobre la nariz, Murillo llegó al mundo en 1961 mientras la revolución se consolidaba y Fidel Castro, fusil en alto, anunciaba el carácter socialista del sistema político cubano.
Era la época de las nacionalizaciones, la reforma agraria, la alfabetización masiva y la confianza ilimitada en el poder dignificador del Estado.
Ahora, cinco décadas después, Murillo es el responsable de «actualizar» el modelo. Es decir, de poner en marcha una serie de medidas que reduzcan la cantidad de empleados estatales, eliminen de subsidios y de que se dé espacio a la iniciativa privada. Se trata de uno de los retos y cambios más significativos desde la declaratoria del «Período Especial», cuando miles de millones de dólares en ayuda y comercio desaparecieron junto con la Unión Soviética.
«El está trabajando en el centro de la iniciativa estratégica más importante del país y es la persona de la generación siguiente (a los históricos) cuyo perfil ha aumentado más», dice Peters. «Â¿A dónde lleva eso?, ¡Quién sabe!».
En abril, Raúl Castro dijo en el VI Congreso del Partido Comunista (PC), que el tiempo se acercaba para que una nueva generación de líderes asumiera el poder y anunció el establecimiento de un término para el mandato presidencial.
Luego dijo que varios dirigentes fallaron, no por destituir a funcionarios en franco ascenso, sino por promover a personas equivocadas, y que un cambio de liderazgo aguardaría en una conferencia del Partido en enero de 2012.
Pero, por lo pronto, sólo dos jóvenes fueron nombrados en el influyente buró político del PC para la reunión de enero, que lidera Raúl Castro y su octogenario vicepresidente José Ramón Machado Ventura: Murillo, de 50 años, y la jefa del PC en La Habana, la ingeniera forestal Mercedes López Acea, de 46 años.
El rápido ascenso en cargos públicos ha resultado peligroso bajo el gobierno castrista. En 2009, dos fulgurantes estrellas, de quienes se creía que podrían ser posibles sucesores, el canciller Felipe Pérez Roque y el vicepresidente Carlos Lage, fueron expulsados de sus cargos y avergonzados por la prensa oficial antes de que desaparecieran de la vista del público.
A ellos se sumaron otros caídos en desgracia, menores de 50 años, como el secretario de Fidel Castro, Carlos Valenciaga, o el responsable de programas sociales, Otto Rivera.
Murillo, en cambio, ha mantenido un perfil bajo y era un desconocido hasta 2009, cuando fue designado Ministro de Economía y Planificación y Vicepresidente del Consejo de Ministros.
Junto con él, López Acea, Lázaro Expósito, primer secretario del PC en la provincia de Santiago de Cuba y el ministro de Educación Superior, Miguel Díaz Canel, aparecen como posibles dirigentes del futuro.
Con una carrera más técnica que política, Murillo devino en el timonel de la nave que Castro espera conducir por las aguas de las reformas, pero con el desafío de no perder los logros de la revolución en temas clave como salud, educación y atención a sectores vulnerables.
Aunque su perfil creció paulatinamente y a la sombra, fue hacia finales de 2010 cuando más atención mediática recibió. En ese entonces, atrajo también la mirada de observadores extranjeros.
«El pueblo cubano lo vio un día y medio en televisión mientras explicaba y defendía las nuevas políticas en la legislatura, a veces intercambiando con Raúl Castro», dijo Peters al recordar la intervención de Murillo, entonces todavía ministro, ante los diputados a la Asamblea Nacional (equivalente al Parlamento). «Trató temas difíciles como los despidos y la reducción de subsidios, siempre con la firmeza de un hombre que tiene respaldo político desde arriba».
Los diputados lo cuestionaron, entonces, sobre temas tan disímiles como transporte, medio ambiente, turismo y la libreta de abastecimiento, uno de los principales subsidios que el gobierno planea eliminar.
Murillo contestó de manera directa, sin rodeos y con una argumentación más técnica que política usando un lenguaje simple. «Esto parece complicado, pero no es tan complicado, el que tiene que pagar se lo aprende al instante», dijo cuando se lo cuestionó sobre los impuestos que pagan miles de trabajadores independientes que emergen cada mes al amparo de las reformas.
También dijo que «el Estado va a regular la relación con las personas en lo fundamental», en alusión al papel presuntamente menos interventor que va a jugar en la economía, al tiempo que insistió en la necesidad de una «empresa estatal socialista eficiente».
Muy pocos detalles de su vida son de conocimiento público, incluyendo datos básicos como dónde vive, si está casado o no y si tiene hijos. Los múltiples intentos de la AP por realizar una entrevista con él o con funcionarios y personas que lo conocieran resultaron infructuosos.
Algunas biografías oficiales dicen que es licenciado en economía, fue auditor y director de área en el Ministerio de la Industria Alimentaria antes de comenzar su despegue público al frente de la cartera de Comercio Interior, en 2006, puesto que ocupó hasta 2009.
Fue en esa posición cuando, por primera vez, Murillo estuvo en la mente de los cubanos pues reemplazaba a Bárbara Castillo, destituida en el marco de rumores de irregularidades administrativas.
Los medios de comunicación emitieron declaraciones del funcionario en tono contundente asegurando que estaba dispuesto a contar «los sacos uno por uno» para evitar el robo a cuentagotas en los almacenes mayoristas del Ministerio de Comercio Interior.
También se sabe que se desempeñó como profesor en la Universidad Central de Las Villas, al centro del país, y asistió a cursos en la Unión Soviética. Su ingreso al PC data de comienzo de la década del 90, aunque antes desarrolló actividades en la Unión de Jóvenes Comunistas. Documentos públicos también mencionan que hizo estudios en el militar Colegio de la Defensa Nacional.
Estos lazos de vieja data con el PC, los militares, y el gobierno constituyen una ventaja en su trabajo de institucionalizar las reformas con la vieja guardia, comentó el economista y conferencista de la Universidad de Denver, el cubano Arturo López Levy. El bajo perfil de Murillo también lo podría ayudar a evadir el destino de políticos como Pérez Roque y Lage, a quienes Fidel Castro acusó de traidores a la causa revolucionaria.
Tiene una imagen de pragmático y franco que se mantuvo todos estos años, que confirmaron quienes tuvieron alguna interacción personal con él en los asombrosamente esporádicos encuentros con periodistas o empresarios.
En 2009 pasó a ocupar un puesto estratégico: ministro de Economía y Planificación, cargo que desempeñó hasta 2011.
Ese mismo año entró al Consejo de Estado, máximo órgano legislativo cuando el Parlamento está en receso.
En marzo de 2011 fue nombrado supervisor del Ministro de Economía en su carácter de vicepresidente del país y trabajó de lleno en la implementación de las políticas que actualizan del modelo y las reformas.
Eso lo ubica en el centro de la toma de decisiones en el futuro.
Convertido en el timonel de las reformas, Murillo ha usado buena parte de su tiempo para hablar con varios sectores de la población como los obispos católicos con quienes conversó por cuatro horas sobre temas económicos y el futuro del país, dijo una persona cercana a la reunión cuya identidad no se revela porque no tiene autorización para hablar al respecto.
«Exigente, y con pocas aspiraciones aparentes de poder, Murillo ha desarrollado reputación de reformador cauto, que discute con franqueza la crisis económica», dijo a la AP López-Levy.
La ventaja de semejante carrera es contar con la experiencia y el «modo de pensar» de la actual dirigencia partidaria y gubernamental, agregó.
¿Su desventaja? «Esa integración a un pensamiento común podría limitarlo cuando se necesite la gestación de políticas diferentes, en una segunda fase de reformas, pero para correr, primero hay que caminar», reflexionó López-Levy.