Claudia Navas Dangel
No puedo escribir en tercera persona, no al menos este artículo que intenta rendir un homenaje a una mujer encantadora. Y sí, esa es la palabra, encantadora, seductora, fascinante, no encuentro mejores calificativos para hablar de ella, de Marina la cantante, la triste borracha que engalanó el documental de las Estrellas de la Línea, la compañera de un café en la Patzy muchas tardes, la mujer que cumplió sus sueños pese a la adversidad, la pobreza, el alcohol y críticas.
Murió en una fecha impar, hace apenas tres días, cuando la tarde se vestía de oscuro y los zanates alzaban el vuelo en esas estrechas calles que miran los techos de lámina y el verde del barranco al final de Gerona. Vivió 70 años de alegrías y tristezas, sobriedad y locura, miedo y valentía, agitación y modorra, procreó tres hijos, cuatro nietos y alentó el cariño de muchos que encontramos en ella ese entusiasmo que solemos perder fácilmente al primer raspón que nos damos.
Se prostituyó abiertamente y eso lo respeto luego de conocerla, cuando muchas veces otros lo hacemos de distintas formas, con el cuerpo, las ideas hasta con los sueños, de forma solapada y aporreándonos el pecho. Gozó de un verdadero amor, que como en los cuentos de hadas culminó en su unión con el negro trompudo, quien se adelantó hacia otros aires unos años antes.
Las emociones y alteraciones con que escribió su historia me sobresaltaron a veces, me quitaron el sueño algunas madrugadas y me hicieron reír a mi y a muchos, tardes, mañanas y noches, como cuando celebramos sus 68 años en Pana, con música, caldo de frutas y chanzas.
La vi venir muchas veces subiendo por el tanque para ir a ensayar con Arriaza, celebrar el año nuevo en la casa de Evelyn o acompañarnos a El Cafetalito para comerse un pan con pierna. Presurosa un par de ocasiones dejó el café para ir a buscar la comida de Peluchín y sus múltiples mascotas a quienes vi junto a su ataúd esa mañana vidriosa del 28 de octubre.
Encontró vida en Andrés, bríos en Chema, cariño en Evelyn, conmigo no sé, pero me enseñó muchas cosas: actitud, asombro, seguridad en mi misma y me regaló sonrisas, palabras picaronas y por supuesto música.
Quedó pendiente el que me cantara Gema, lo hablamos todavía hace poco, se lo eché en cara en el San Juan de Dios, mientras ella se quejaba de lo feos que estaban los doctores.
Qué puedo decir de ella, que no hayan dicho ya, artista con todas las letras, interprete además, señora en los escenarios de España y Guatemala. Mujer coqueta, malcriada y más con tragos, la triste borracha como la canción, como su disco y video, un ser humano sorprendente. Marina, amiga, salud y buen viaje, ahí nos vemos.
En 2007 viajó a España acompañando al director y productor para presentar el documental.
En 2008 presentó en el Teatro de Cámara del Teatro Nacional, su disco Triste Borracha y grabó un documental con el mismo nombre, tuvo varias presentaciones en la ciudad capital, Antigua Guatemala, Quetzaltenango y Atitlán.