Marie Orensanz expone sus obsesiones


Orensanz, cuya formación plástica debutó en Argentina con Emilio Pettoruti y que trabajó luego con Antonio Seguí­, antes de viajar a Roma con una beca, se define como

Una fila de puertas, todas cerradas; un cuadro con dos pistolas apuntándose, titulado «Tocar fondo», una serie de ruecas: la artista argentina Marie Orensanz expone en Parí­s sus obsesiones, que tienen que ver con la indiferencia, la invisibilidad y la memoria.


«En el mundo en que vivimos hay una inmensa indiferencia al otro, y una tal invisibilidad, que me impresionan. Y eso es lo que yo quiero reflejar en mi obra», dice Orensaz en una recorrido por la exhibición que se presenta en la parisina Maison de l»Amí¨rique Latine, hasta fines de julio.

La muestra, organizada en el marco de las 21 conmemoraciones en Francia del bicentenario de las Independencias de América Latina, revela a una artista que utiliza, de forma poética y conceptual, diferentes materiales, formas, palabras, pensamientos, para establecer un diálogo con el público sobre esos temas.

«Quiero combatir esa indiferencia, esa invisibilidad, a través de la expresión artí­stica», dijo en entrevista con la AFP Orensanz, una de las figuras más destacadas del arte contemporáneo argentino de las últimas cuatro décadas.

Titulada «Todo lo que se ve y todo lo que está oculto» -una frase de «La Divina comedia», de Dante Alighieri- la exhibición, minimalista pero también compleja y paradójica, tiene como hilo conductor una frase: «Pensar es un hecho revolucionario».

«Es porque pensar supone reflexionar, dudar, buscar. Pensar es lo que nos distingue como seres humanos», dijo la artista, que nació en 1936 en la ciudad de Mar del Plata y se radicó en Parí­s hace más de tres décadas.

«Pensar es también la manera de transformar la vida, es la libertad», recalcó Orensanz, quien estuvo marcada, como muchos en su generación, por la dictadura del general Juan Carlos Onganí­a.

Entre las obras expuestas en la Maison d»Amerique Latine figuran fragmentos de mármol, en los cuales Orensanz ha inscrito palabras, sí­mbolos y lí­neas geométricas, así­ como una instalación de 17 campanas en opalina que cuelgan del techo.

«Las campanas no están mudas», dice Orensanz, señalando que ha bautizado la instalación «Â¿Para quién?… los honores».

Cada una de las campanas tiene inscrito algo distinto. Las campanas suenan «para los que callan», «para los que aceptan», «para los que esperan», «para los que dudan», señaló la artista, mostrando cada una de ellas.

Orensanz, cuya formación plástica debutó en Argentina con Emilio Pettoruti y que trabajó luego con Antonio Seguí­, antes de viajar a Roma con una beca, se define como «una artista nómada».

«He exhibido en varios paí­ses de Europa, entre ellos Alemania, Bélgica, Inglaterra, Italia, Francia, Dinamarca y España. Y en Argentina expuse en el Museo Nacional de Bellas Artes y en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires, el MAMbA, en donde hubo en el 2007, una retrospectiva de mi obra. Y también he expuesto en Estados Unidos y Japón».

«Pero siempre regreso a Parí­s, donde está mi taller y donde hallo la tranquilidad para crear».

«Sin embargo, sé que no podemos separarnos de todo un pasado, y que si queremos construir tenemos que hacerlo con un ladrillo arriba del otro, y esos ladrillos son nuestros recuerdos, nuestras vivencias, nuestra fuerza. Esos ladrillos son la base de mi otra», concluyó Orensanz.