LOS íNGELES / Agencia AP
El trabajo de los mariachis de Los íngeles se ha reducido a menos de la mitad en los últimos dos años, y la competencia se ha intensificado de tal forma en la plaza que ha degenerado en discusiones airadas e incluso riñas a puñetazos, cuando un mariachi trata de mejorar la oferta de otro para quedarse con la escasa clientela.
Ahora, un grupo de músicos veteranos en la plaza se ha unido para formar una especie de sindicato del mariachi con el fin de impedir que los llamados «mariachis piratas» reduzcan incluso a la mitad las tarifas actuales por tocar su música.
«El mariachi es cultura, y ésta es la forma en que aprendimos a ganarnos la vida», dijo el guitarrista Arturo Ramírez, presidente de la Organización de Mariachis Unidos de Los íngeles. «Tenemos que protegerla. Esta es una competencia injusta».
Pero otros se quejan de que la organización simplemente busca sacar del negocio a competidores que ofrecen mejores tarifas.
«Es injusto», consideró Rafael Flores, parado en una acera con una guitarra. «Esta plaza no pertenece a nadie. Todos estamos aquí tratando de trabajar».
Para muchos mexicano-estadounidenses, los cumpleaños, los bautizos y las bodas resultan inconcebibles sin la música de un mariachi, integrado habitualmente por cinco o seis músicos.
Con sus trajes de charro, incluido el típico sombrero de alas muy anchas, el mariachi interpreta las baladas de tristeza y amor perdido con las que muchos mexicanos crecen.
La Plaza del Mariachi, en el corazón del vecindario de Boyle Heights —en los límites del centro de la ciudad y habitado por muchos inmigrantes_, es conocida como el lugar ideal para contratar a uno de estos grupos desde la década de 1940. Ahora cuenta con murales coloridos de mariachis, así como un quiosco y bancas donadas por el estado mexicano de Jalisco, la cuna de esta música.
Mientras esperan a sus clientes, los músicos caminan por la plaza afinando sus trompetas y violines, o se paran en la orilla de las aceras, repartiendo tarjetas de presentación a los automovilistas que pasan.
La tradición de acudir a una plaza para contratar a los músicos proviene directamente de México. En Guadalajara hay una plaza similar, y en la capital mexicana se encuentra la afamada Plaza de Garibaldi.
Como hasta 400 músicos frecuentan la plaza en Los íngeles, han surgido varios negocios para abastecerlos. En una calle aledaña, una tienda vende instrumentos musicales, y otro establecimiento se especializa en coser los trajes de charro.
Un viejo hotel junto a la plaza, el cual está ahora en remodelación, ofreció durante décadas alojamiento económico para los músicos que recién llegaban de México, con los estuches de sus instrumentos bajo el brazo.
Aunque siempre ha habido competencia, el ambiente en la plaza se ha agriado en los años recientes.
A medida que la crisis económica agotó los empleos, llegaron más músicos amateurs con la esperanza de ganarse unos dólares. Ofrecieron precios más atractivos que los mariachis profesionales, quienes habían dedicado años a ganarse su reputación y dependían sólo de la música para vivir.
Las tarifas establecidas son de alrededor de 50 dólares la hora por cada músico, dijo Ramírez, quien encabeza el mariachi Los Dorados de Villa y ha trabajado en la plaza durante 25 años. La mayoría de los conjuntos pide un mínimo de horas de contratación o cobra por el traslado y por el tiempo que lleva establecerse en un escenario antes de tocar, así como por la música en sí.
Pero los advenedizos cobran incluso 150 dólares la hora por todo el conjunto —entre 20 y 30 dólares la hora por músico_, y promueven sus servicios en hojas volantes hechas a mano, de modo que la gente no tiene siquiera la necesidad de acudir a la plaza para contratarlos.
«Son mariachis piratas», sentenció Jacinto Tiznado, uno de los organizadores del sindicato, quien destacó también que los grupos profesionales operan como negocios establecidos y pagan impuestos. «Ellos no tienen siquiera el traje completo ni se saben todas las canciones. Su calidad artística es baja».
La economía ha repuntado un poco este año, y un grupo de músicos aprovechó para crear la Organización de Mariachis Unidos hace un par de meses, en un intento por recuperar la participación perdida en el mercado y elevar los precios.
Hasta ahora, unos 150 miembros se han agremiado, accediendo a cobrar 50 dólares la hora como mínimo, dijo Ramírez, quien fija una tarifa de 350 dólares la hora por su mariachi de cinco integrantes.
El grupo cobra 10 dólares mensuales como cuota sindical y expide a los miembros una credencial de identificación. La organización ayudará también a los integrantes que han tenido problemas con contratos suscritos con agencias de reservaciones, tras numerosas quejas sobre cheques sin fondos y cambios en las condiciones convenidas.
Para los clientes, la contratación de un músico agremiado garantizará una «experiencia auténtica de mariachi», poniendo fin quizás a las quejas sobre malas interpretaciones de algunos grupos considerados «piratas», dijo Ramírez.
A la postre, la organización espera ofrecer talleres para que los músicos mejoren. Muchos de ellos, nacidos en familias de mariachis, aprendieron de manera informal.
Para Flores y otros músicos, el precio debe fijarse en base a la oferta y la demanda. Flores, quien se negó a revelar cuánto cobra, dijo que ha tenido que laborar en fábricas y en otras tareas para completar el dinero que requiere para vivir.
Si los clientes no quieren pagar cuotas más elevadas, alguien ofrecerá mejores precios, destacó.
«La recesión ha sido muy dura», dijo. «Tenemos que comer».