En los últimos años la figura de María Magdalena ha tenido un mayor auge, especialmente por las recientes teorías que intentan demostrar sentidos «ocultos» de esta santa. Sin embargo, pese al debate, ella siempre ha tenido un culto especial, aunque no siempre es visible.
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De acuerdo con las últimas teorías, se intenta demostrar que María Magdalena fue esposa, o al menos compañera sentimental de Jesús, y que ello le daría a esta santa la facultad de representar el signo feminista de la Iglesia Católica, el cual habría sido ocultado; también se ha hablado de una supuesta descendencia de Jesús a través de María Magdalena.
Recientemente, Dan Brown volvió a revivir esta polémica con su libro «El Código Da Vinci» (2003), donde se perfila al genio renacentista como pieza clave para entender el verdadero papel de Magdalena en la historia del Cristianismo.
Sin embargo, nada de ello parece estar documentado en los evangelios, ni los canónicos ni los apócrifos, por lo cual nadie se ha atrevido a asegurar que hubo boda entre Jesús y Magdalena, y mucho menos que hubo existencia.
Pese a elo, los argumentos que se esbozan para esta teoría se basan en el evangelio apócrifo de Felipe, donde se expresa que Magdalena era «compañera» de Jesús y que tenía una reación más cercana con í‰l que con los apóstoles.
En los evangelios apócrifos, María Magdalena es, aparte de la Virgen María, la mujer que más veces aparece mencionada. Incluso, participa en momentos fundamentales de la vida de Jesús, como estar al pie de la cruz en el momento de su muerte, además de ser la primera en verlo resucitado.
También, se cree que, para salvar las apariencias sociales, Jesús pudo haber contraído matrimonio con María Magdalena, para que no se viese mal el hecho de que fuera un hombre de 30 años y soltero. Sin embargo, se sabe que los rabinos de la época de Jesús solían ser solteros, tal como lo fue Juan el Bautista.
Simbolismo
Según sus apariciones en la Biblia, María Magdalena alojó y ofreció abastos a Jesús y sus discípulos cuando éstos andaban en Galilea (Lucas, 8, 2): «Le acompañaban los doce y algunas mujeres que habían sido curadas de enfermedades y espíritus malignos: María, llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios».
Ha habido confusión en sus supuestas apariciones, pues se refiere que ella habría sido la mujer adúltera que Jesús rescató de ser apedreada o que ella fue quien le lavó los pies con perfume y se los secó con su cabellera. Pero de esto no se tiene certeza. Cuatro evangelistas, refieren que estuvo al pie de la Cruz en el momento de la muerte de Jesús, Marcos 15:45-47; Mateo 27:55-56 y Juan 19:25.
También se refiere que fue la primera que vio a Jesús Resucitado, y que fue ella quien dio aviso a los apóstoles (Mt 28:1-5, Jn 20:1-2, Mc 16:1-5, Lc 24:1-10). Cuando lo vio, Jesús le dijo «Noli me tangere», que significa «No me toques», pasaje que contrasta con la posterior aparición a Santo Tomás, ya que María Magdalena creyó sin tocar, y Santo Tomás no creyó hasta que introdujo su dedo en las llagas.
Alrededor de María Magdalena, quien claramente se le identifica como prostituta antes de conocer a Jesús, la historia de la Biblia utiliza a este oficio como una representación del pueblo de Dios cuando no obedece las leyes divinas; es decir, se prostituye cuando no atiende a Dios. Profetas, patriarcas, jueces, entre otros, recibieron misiones para que fueran con prostitutas; incluso, algunos profetas se casaron con una, lo cual representaba el acercamiento de Dios con su pueblo.
– Buenos días (dijo María Magdalena).
– Buenos días, María -me respondió Jesús.
Luego me miró. Sus ojos negros vieron en mí lo que no vio hombre alguno antes que él. Ante sus miradas me sentí como desnuda y sentí vergí¼enza de mí misma. No habiéndome dicho, entretanto, más que ese «buenos días, María», le dije:
– ¿Quieres venir a mi casa?
– ¿No estoy ahora acaso en tu casa? -replicó.
No comprendí sus palabras en aquel momento, pero ahora sí que las entiendo.
– ¿Quieres compartir conmigo mi vino y mi pan? -insistí.
– Sí, María, pero no ahora.
«Pero no ahora, no ahora», así me dijo. En estas palabras había la voz del océano, del huracán y del bosque. Y cuando me las dijo, hablaron simultáneamente la Vida con la Muerte.
Acuérdate, amigo mío, y no te olvides, que yo estaba muerta; que era una mujer que se había divorciado de sí misma y vivía lejos de este Yo que hoy ves en mí. Había sido poseída por todos los hombres sin ser de ninguno. Me llamaban mujer libertina y decían que tenía siete demonios. Todos me maldecían y todos me envidiaban; pero cuando el atardecer de sus ojos alboreó en los míos, desaparecieron y se apagaron todos los astros de mis noches y me volví María, únicamente María: una mujer que se había extraviado sobre la tierra que conocía, para luego encontrarse a sí misma en nuevos mundos. Y volví a insistir.
– Ven a mi casa y comparte mi pan y mi vino.
– ¿Por qué insistes que yo sea tu huésped? -respondió.
Y le contesté.
– Ruego de que entres en mi casa.
Mientras yo le hablaba, sentía que todo lo que tenía de la tierra y del cielo se reunía en mis palabras y en mis súplicas. Entonces me observó fijamente, y sobre mi espíritu alumbró la luz de sus ojos. Y me dijo:
– Tú tienes muchos amantes, en cambio soy yo el único que te ama. Los demás hombres se aman a sí mismos a tu lado, pero yo quiero y amo tu alma. Los demás hombres ven en ti una beleza que se marchita antes de la terminación de sus años, pero la hermosura que yo veo en ti no se marchitará jamás. En el otoño de tus días no temerá aquella Belleza mirarse a sí misma en un espejo, y nadie podrá acusarla ni denigrarla. Sólo yo amo lo que es invisible en ti. Todos los hombres se aman a sí mismos a tu lado, mas yo sólo te amo para tu salvación.
Khalil Gibrán
Acércate a su puerta y llama si te mueres de sed,
si ya no juegas a las damas ni con tu mujer,
sólo te pido que me escribas, contándome si sigue viva la virgen del pecado,
la novia de la flor de la saliva, el sexo con amor de los casados.
Dueña de un corazón, tan cinco estrellas,
que, hasta el hijo de un Dios, una vez que la vio, se fue con ella.
Y nunca le cobró, la Magdalena.
Si llevas grasa en la guantera y un alma que perder,
aparca junto a sus caderas de leche y miel,
Entre dos curvas redentoras
la más prohibida de las frutas que espera hasta la aurora.
Joaquín Sabina