Creo que es muy oportuno el llamado que está haciendo la Arquidiócesis de Guatemala, con el Arzobispo Cardenal Quezada Toruño a la cabeza, para que los católicos del país marchemos en repudio de la violencia que nos agobia desde hace mucho tiempo. El prelado hizo ver que cada dos días mueren en Guatemala tantas personas como las que fallecieron sepultadas por ese terrible alud que conmovió a la sociedad nacional.
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La verdad es que nos hemos acostumbrado de tal manera a la violencia que parecemos resignados a vivir con ella y eso no es posible. Lo más importante del llamado que hace el Arzobispo de Guatemala es que nos convoca a reaccionar frente a un problema que es de todos y que, sin embargo, no recibe el rechazo unánime de la población que poco a poco ha ido endureciendo el corazón hasta leer todos los días las notas rojas con la misma normalidad que antaño leíamos las noticias sobre las farmacias de turno o como hoy lo hacemos con la información del tipo de cambio de nuestra moneda.
Se trata de vidas humanas que todos los días se pierden en medio de una vorágine sangrienta que tenemos que contener a como dé lugar. Una orgía de sangre que es espeluznante y que, sin embargo, no provoca reacciones de la ciudadanía.
En otros países la gente se manifiesta contra la violencia y lo hace en forma unánime y firme para exigir a sus autoridades que aceleren los esfuerzos por contener el flagelo. Hemos visto, por ejemplo, cómo los españoles llenan plazas en todas las ciudades del país para repudiar las acciones criminales de los separatistas vascos y eso obliga a las autoridades a mantener una política contra el terrorismo que no deja lugar a dudas. Pero nuestras autoridades se encuentran en una posición mucho más cómoda porque los ciudadanos guatemaltecos volteamos la hoja de los diarios cada día sin reaccionar de ninguna forma ante la reseña de tanto hecho de violencia y, en esas condiciones, los encargados de la seguridad no sienten presión política para mejorar sus acciones.
La ventaja enorme de un llamado de la Iglesia Católica es que aleja la posibilidad de que alguien pueda manipular políticamente la manifestación ciudadana y por ello es que vale la pena que apoyemos al Cardenal en este esfuerzo. Es de esas situaciones en las que uno no puede abstenerse porque aun los que no han tenido que soportar ninguna manifestación de la violencia están de manera permanente expuestos a sufrirla porque aquí no hay distingos de ninguna naturaleza. Y cuánto más deben manifestar quienes han sufrido ya en carne propia alguna de esas acciones criminales que tanto daño causan a miles de familias que no pueden nunca más volver a la normalidad por las consecuencias de una acción violenta.
Puede ser que sea poco el tiempo que hay para preparar la marcha porque el llamado se hizo ayer, pero ante la magnitud del problema y la urgencia de una reacción ciudadana, es de esperar que exista conciencia para realizar una de las más importantes manifestaciones de la historia del país. Básicamente lo que tenemos que hacer es marchar para exigirle al Gobierno que en verdad haga algo con respecto a la violencia. Imposible apelar a la conciencia de los violentos porque esos no tienen conciencia, pero urge demandarle a las autoridades que se pongan los pantalones en su lugar para combatirlos con inteligencia y faroles.