En Guatemala, algunos propietarios de farmacias y laboratorios fabricantes de medicamentos son inescrupulosos, vulgares cleptómanos que lucran con las necesidades de los seres humanos. Los capitalistas nacionales y transnacionales, están en esa jugada, robando a la gente, violando leyes y burlándose de las colosales necesidades de las personas.
Esa conducta, carente de ética e insensible al dolor ajeno, es una práctica común de muchos empresarios para elevar sus ganancias. Estas mismas empresas, son las que reciben contratos millonarios del Estado para proveer medicinas al Ministerio de Salud Pública.
En días recientes, la Procuraduría de los Derechos Humanos, PDH, denunció que en Guatemala las medicinas se venden más caras que en el resto de países. En consecuencia, la Dirección de atención al consumidor DIACO, descubrió que varias cadenas de estos lucrativos negocios, están vendiendo medicinas sobrevaloradas respecto al precio real. Por esa canallada, la DIACO impuso multas pecuniarias por valor de varios miles de quetzales.
El inhumano y predominante modo de producción capitalista de las sociedades modernas del mundo Occidental, está orientado a promover el individualismo egoísta y el mercantilismo voraz como atajo, para incrementar el enriquecimiento desmedido y priorizar las leyes del libre mercado, sin importar que atropellan el bienestar social e impiden la satisfacción de necesidades básicas de la gente, (alimentación, vivienda, vestido, educación, salud, medicamentos, trabajo, salario.)
Para las grandes mayorías de población guatemalteca de bajos ingresos, en especial, de las áreas rurales, el acceso a servicios médicos y hospitalarios, así como la atención sanitaria ofrecida en el sistema nacional de salud, es restringida, precaria, deficiente y de mala calidad. A esto se suma, la negligencia e irresponsabilidad de empleados y profesionales de hospitales y Centros de Salud del sector público, donde con frecuencia, ocurren muertes de seres humanos, por falta de una adecuada atención. Según reporta La Hora, el sistema de salud, sólo atiende al 25% de la población.
Hace pocos días, el señor Mynor José Pereira, residente de la aldea Campur, en Cobán, Alta Verapaz, denunció que en el hospital nacional de Cobán falleció su hija neonatal, asegurando que la muerte de la recién nacida se produjo por falta de atención profesional oportuna.
Así como el caso anterior, entre la gente pobre abundan dramáticos ejemplos que se suman a la cadena de muertes, producidas por falta de atención adecuada, por no tener poder adquisitivo para comprar costosas medicinas o porque el Estado oligárquico militar que prevalece, no pone interés en atender y resolver los históricos problemas sociales que afligen a la población; es decir, el bien común no les interesa.
Los empresarios inescrupulosos acostumbran lucrar con las penas y angustias de la población y el Gobierno oligárquico militar defiende y protege los intereses de élites económicas y empresas capitalistas transnacionales; mientras tanto, la gente sigue muriendo por culpa de los marchantes de la muerte.
Marchantes de la muerte, son también los 87 diputransas, lacayos de los genocidas, que alborotan el hormiguero negando el genocidio en Guatemala. Políticos indoctos y marrulleros que quieren tapar el sol con un dedo.
Sólo un levantamiento popular salva a Guatemala. Otra revolución, que garantice el respeto a los Derechos Humanos, el bien común, la fraternidad y la solidaridad.
Y claro, seguiremos hablando de conocer el pasado y de lograr justicia por el genocidio cometido.