Maquinaria aceitada


El endeudamiento de un paí­s es una cuestión seria y delicada y en el ejemplo de Grecia podemos ver lo que provoca la irresponsabilidad en el manejo de las finanzas públicas de un Estado. Sin embargo, y pese a lo delicado del tema y las evidencias de que en el Congreso cuesta mucho lograr acuerdos, los bonos pasaron sin mayor dificultad al final de cuentas porque se ocuparon de aceitar adecuadamente la maquinaria, entregando a los diputados la capacidad para aprovecharse mediante jugosos contratos, de buena parte del producto de ese endeudamiento.


Una de las quejas más concretas sobre nuestra «institucionalidad democrática» es la dificultad para lograr que el Congreso de la República apruebe leyes de interés general y cómo, en medio de enormes disensos, se entrampa la agenda legislativa cuando hay tantas cuestiones verdaderamente urgentes que reclaman la atención, especialmente en temas como seguridad ciudadana y la necesaria reforma del Estado. Los economistas de gobierno sostienen que el nivel de nuestra deuda pública es aún manejable y revisando informaciones que se dieron en Grecia cuando se discutí­a en ese paí­s el aumento de la deuda, vemos que los mismos argumentos que esgrimen nuestros técnicos eran los que exponí­an los griegos para justificar sus iniciativas. Hoy en dí­a se ha demostrado que todos los argumentos salieron sobrando porque a la par de un grosero endeudamiento se implementaron medidas de gasto público que no tení­an sustento financiero y de esa cuenta el paí­s llegó a una crisis de graví­simas repercusiones aun en lo polí­tico, como se puede ver ahora. Esperar de nuestros diputados un razonamiento a fondo sobre las implicaciones del aumento de la deuda es inútil, puesto que los criterios para votar no tienen nada que ver con los intereses nacionales. Repetimos que la habilidad que tuvo el oficialismo fue la de aceitar la maquinaria, al estilo de lo que hací­a Serrano para lograr los votos en el Congreso, y de esa cuenta, piñatizando los recursos del Estado, se aseguraron la aprobación de los bonos a cambio de que los diputados pudieran disfrutar de los contratos para realizar obra pública. El hecho está consumado porque la aprobación ya se dio y se acordaron los niveles en los que los diputados podrán usar ese dinero para sus «propios» proyectos. Pero es importante destacar que una de las grandes fragilidades que tiene nuestra institucionalidad democrática está precisamente en ese divorcio entre el interés nacional y las decisiones de la clase polí­tica que actúa con base en sus propios y generalmente mezquinos intereses, como quedó ampliamente demostrado con la forma en que fueron aprobados los bonos.