Doce personas de una ciudad del centro de China que protestaban por la demolición de sus casas han ingerido pesticida en Beijing en un intento desesperado por llamar la atención, un caso que pone de relieve la ineficacia del sistema de peticiones que ha estado vigente durante décadas.
Las 12 personas sobrevivieron a la protesta del martes cerca de la histórica torre de observación en el centro de la capital china porque la policía los trasladó a un hospital, donde se les atendió por intoxicación, dijo Wang Yuping, uno de los afectados.
Los peticionarios chinos recurren a veces a medidas extremas debido a que durante años no hay una solución a sus quejas y son objeto de golpizas por parte de la autoridad.
Wang, de 40 años, y otros inconformes viajaron a Beijing desde un distrito en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, para llamar la atención a sus quejas. Wang describió la protesta como un intento de suicidio colectivo.
«Nuestras peticiones tienen años, pero se nos regresa por la fuerza al lugar de donde venimos o se nos encierra en cárceles secretas y se nos vapulea; nadie está dispuesto a ayudarnos», dijo Wang por teléfono. «Sentimos que no había esperanza», agregó.
Cada uno de los peticionarios bebió unos 50 mililitros (1,7 onzas) de pesticida, expresó Wang, después todos se tendieron en el piso hasta la llegada de la policía, que los subió a vehículos y los llevó a un hospital.
«Me dio mareos y náuseas», dijo Wang en declaraciones desde un hospital en el distrito suroccidental de Fengtai.
Wang dijo que los peticionarios han intentado infructuosamente un arreglo a su situación desde 2010 después de que las autoridades demolieron sus viviendas y entregarles una indemnización ínfima o ninguna.
Las oficinas del gobierno local y de la policía en Wuhan no estuvieron disponibles para que hicieran declaraciones sobre el particular.
Todos los años en China millones de peticionarios denuncian lo que consideran una injusticia o incompetencia de las autoridades locales en asuntos como expropiación de tierras, demoliciones forzadas de viviendas y disputas laborales, o la inacción de las autoridades para atender denuncias por delitos.
El sistema de peticiones es blanco de críticas y se le describe como ineficaz y propenso al abuso.
Los peticionarios a menudo son víctimas de violencia cuando intentan llevar sus casos a Beijing, de donde las autoridades envían a «interceptores» para detenerlos por la fuerza y mantenerlos en «cárceles secretas» informales hasta que se les regresa a sus casas.